- Tania Bunke |
Una mujer de piel muy blanca y ojos verdes llegaba a La Paz, Bolivia. Era algún día de octubre de 1964 y, según el pasaporte, su nombre era Laura Gutiérrez Bauer. Rápidamente, esta joven carismática comenzó a adentrarse en los círculos del poder boliviano. Sin mucha dificultad, lograría establecer relaciones con los sectores cercanos a la presidencia y, en poco tiempo, se contactaría con ministros hasta llegar a dar con el mismísimo presidente de la nación, René Barrientos. Todo marchaba a la perfección y según había sido planeado. Algo que, tal vez, nunca hubiera imaginado cuatro años atrás.
Para finales de 1960, esa misma joven se encontraba realizando los trámites necesarios para regresar desde Alemania a su país natal, Argentina. En ese momento, se cruzaría con un hombre y su destino cambiaría para siempre. Ella se presentó con su nombre real, Tamara Bunke; él ya era reconocido internacionalmente, Ernesto “Che” Guevara. Unos meses después, Tamara viajaría hacia Cuba para comenzar a recibir entrenamiento y prepararse para cumplir tareas de espionaje. Para ese entonces, haría propio el nombre Tania como homenaje a Zoya, una partisana soviética que había combatido durante años contra el nazismo.
Apenas pisó suelo boliviano, comenzó a cumplir con sus tareas en el marco de lo que denominaron Operación Fantasma. Menos de dos años más tarde, para 1966, desde Cuba ya catalogaban su trabajo como un éxito. Sin embargo, un día, Tania pediría cambiar sus funciones. La información de que el Che Guevara ya se encontraba en Bolivia dando inicio a la guerrilla hizo que solicitara dejar los trabajos de inteligencia para convertirse en combatiente. Si bien en un comienzo Guevara no creyó que fuera prudente el cambio dados los años que llevaba cumpliendo a la perfección su trabajo, tras la insistencia, decidió aceptar. Durante esos días, el Che escribiría en su diario: “Todo parece indicar que Tania está individualizada, con lo que se pierden dos años de trabajo bueno y paciente”.
Los próximos cinco meses los pasaría en la selva, viviendo en condiciones muy duras, con pocos alimentos y escasez de agua. El 31 de agosto de 1967, el grupo al que pertenecía fue emboscado mientras cruzaban el Río Grande. Con el agua hasta la cintura, Tania intentaría sacar su fusil, pero un tiro certero le atravesaría los pulmones. Su cuerpo caería arrastrado por la corriente para ser descubierto una semana después. Para la gente de la zona, Tania sería recordada como la única mujer en la guerrilla, la Flor del Río Grande. Allí, donde fue encontrada, le prepararían una tumba cubierta con rosas blancas. Entre sus pertenencias, hallarían un cuaderno con sus anotaciones. En una de sus páginas, un poema terminaba diciendo: “¿Acaso en vano venimos a vivir, a brotar en la tierra?”.