LA CAPITANA

  • María Remedios Del Valle |

Una tarde de agosto de 1827, el general Juan José Viamonte salió de su casa dispuesto a realizar una caminata por las calles de Buenos Aires. Al llegar a una plaza observó a una mujer morena, afrodescendiente, que se encontraba pidiendo monedas a los transeúntes. En la distancia, su rostro le resultó familiar. A los pocos pasos, comprobó lo que sospechaba y no se animaba a confirmar. Sin salir de su asombro, caminó hacia ella y, tras preguntarle su nombre, le dijo: «¡Usted es la Capitana, la que nos acompañó al Alto Perú, es una heroína!». Ella le contó que había terminado en la indigencia tras ser rechazados sus pedidos de ayuda y que ahora sobrevivía pidiendo limosnas. Su nombre era María Remedios del Valle y, no mucho tiempo atrás, había dado su vida por la independencia.

No se sabe con certeza cuándo nació -se estima que fue algún día entre 1766 y 1767-, ni exactamente cuándo falleció -probablemente, un 8 de noviembre de 1847-. Tal vez a los 79 años, tal vez a los 81. Lo que sí se sabe es que fue nombrada Capitana y Madre de la Patria por Manuel Belgrano, y que fue una de las mujeres que estuvieron al frente en la batalla de Ayohúma. Se sabe, también, que participó en la resistencia a las invasiones inglesas y que combatió en el Ejército Norte tras la Revolución de Mayo durante la guerra de la Independencia de la Argentina.

Su espacio en la historia se lo construyó sola. Tras la negativa de Belgrano a su pedido de ayudar en la batalla de Tucumán, del Valle decidió aparecerse en el frente y participar. A partir de ese momento, continuó su camino combatiendo por lo que creía justo. El 14 de noviembre de 1813, luego de ser herida de bala, capturada y sometida a nueve días de azotes públicos, logró huir para volver a luchar junto a Güemes. Cuando la guerra terminó, regresó sola a Buenos Aires y, de ahí en más, nadie la recordó. La historia oficial la ocultó y tiñó de blanco, tanto a ella como a sus compañeras negras. Las intentó borrar del frente y les dio el papel de “enfermeras”. Además, las describió como menores: ahora eran Las Niñas de Ayohúma. Sin embargo, la realidad distaba mucho de la fábula que diseñaron los intelectuales argentinos que, entre sueños, pintaban una patria blanca con rasgos europeos.

Aquella tarde en la plaza, Viamonte le prometió hacer lo posible para conseguirle una pensión por su desempeño militar. En un comienzo, la Junta dictaminó que tenían temas más urgentes y, varios meses después, tras insistencias y burocracias, se le otorgó una mensualidad de treinta pesos. Pero con una aclaración importante: sería sin retroactivos. Un tiempo después, María Remedios del Valle comenzó a recibir un sueldo en reconocimiento a su heroísmo. Serían unas monedas que le daban el lujo, si la suerte la acompañaba, de subsistir unos días al mes.