LA DESOBEDIENCIA CIVIL

  • Rosa Parks |

Como cada día, Rosa terminó su jornada laboral y se dirigió a la parada de colectivos. Levantó el brazo y aguardó a que el autobús de la National City Lines se detuviera. Sabía -como sabía cualquiera-, que en los Estados Unidos hacía décadas regía la ley Jim Crow que, entre varios puntos, dictaba que las personas negras no tenían derechos ni privilegios para ocupar ciertos lugares en los transportes públicos. Como si esto fuera poco, el férreo racismo imperante iba más allá de la legalidad y el conductor de turno solía encargarse de complacer a cualquier persona blanca que reclamara algo contra una negra. Las normas decían que, una vez que el vehículo se detuviera junto a ella, Rosa debía subir, pagar, volver a bajar a la calle y dirigirse hacia la puerta trasera para subir nuevamente desde allí. Ese 1º de diciembre de 1955, tal vez sin saberlo, estaba a punto de cambiar la historia.

Cuando subió, observó hacia el fondo durante un segundo. A pesar de que había asientos disponibles detrás, eligió sentarse en el quinto a la derecha. Si bien ese lugar estaba legalmente permitido, la ley indicaba que debía levantarse en el caso de que alguna persona blanca se lo reclamara. El colectivo continuó su camino y, con el paso de los minutos, se fue llenando de gente. En un momento, James Blake, el conductor, detuvo la marcha y observó que algunos hombres blancos viajaban de pie. Entonces, James dio la orden de que les liberaran los asientos: tres hombres negros se levantaron y dejaron el lugar; Rosa, inmutable, ni contestó.

«No complique las cosas», dijo el chofer, calmo, como quien sabe que lleva las de ganar. Rosa solamente se limitó a decir que no mientras miraba tranquila hacia la calle. «Voy a hacer que te arresten», insistió el conductor. Rosa respondió: «Sí, ya sé que puede hacerlo». El hombre cambió rápidamente su expresión y fue en busca de policías. Alguien le preguntó, no sin sorpresa, por qué lo hacía, pero ella solo se mantuvo en silencio. A los pocos minutos, los uniformados subieron al colectivo y le reiteraron la orden. Tras sostener su postura, Rosa fue detenida y el vehículo continuó su camino.

Ese mismo día, fue dejada en libertad tras pagar una multa. No había sido la primera mujer negra en hacerlo, pero sí sería la que lograría poner el tema en debate. Luego de su acto de desobediencia, se inició un boicot organizado por comunidades afrodescendientes contra las empresas de colectivos que duraría más de un año. Ningún medio haría eco de esto, pero, aun así, lograron que se masificara. Por esos días, un joven Martin Luther King comenzaba a ser la voz de su pueblo y Rosa empezaba a vivir entre amenazas y ataques del Ku Klux Klan. Era un camino de lucha sin retorno contra el Estado, la Justicia y gran parte de la sociedad. Vendrían largas décadas de sangre y resistencia por delante.