UNA LUNA MUY PEQUEÑA

  • El último combate de Ernesto Che Guevara |

«Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones», comenzaba escribiendo Ernesto el 7 de octubre de 1967. Serían sus últimas anotaciones, al día siguiente, no tendría tiempo de volver a abrir su diario. Aquella noche, durante sus caminatas, se cruzarían con una señora que pastoreaba sus chivas. Le harían algunas preguntas y le darían 50 pesos pidiéndole que no dijera una palabra a nadie sobre ese encuentro. El Che, aunque la mujer se los había prometido, no tenía esperanzas de que cumpliera. Minutos más tarde, los 17 guerrilleros continuaban su rumbo bajo «una luna muy pequeña».

Esa noche, avanzaron no sin cansancio y dejando más rastros de los que hubieran querido. Se adentraban en una zona sin casas y el hambre cada vez pesaba más. Días atrás, el ejército boliviano -gracias al fuerte apoyo de Estados Unidos- había emboscado a un grupo guerrillero y sus cuerpos fueron expuestos como trofeos. Luego, pasaron a ser desaparecidos. Era otro golpe más de los tantos que venían sufriendo, y, al igual que los anteriores, este los obligaba a cambiar el rumbo: con el paso a Río Grande bloqueado, no quedaba otra opción que encaminarse en dirección a La Higuera. Por la radio se narraban los hechos y el Ejército avisaba que el aniquilamiento era cuestión de horas. Entre tanta información falsa, esta vez, lo que decían la noticias era cierto.

A las 4:30, luego de dormir cerca de dos horas, entraron en la quebrada del Yuro. Una hora más tarde, un guerrillero que exploraba la zona avistó a lo lejos un grupo de soldados. Ernesto sabía que no había posibilidad de retroceder, quedarían expuestos, por lo que decidió tomar posiciones y aguardar para confirmar si los habían visto. Antes del mediodía, se escuchó el primer disparo. Poco a poco, el cerco se fue cerrando y el Che decidió rápidamente dividir al grupo en dos: quienes estaban en inferioridad de condiciones irían adelante y el resto se quedaría a luchar. La idea era aguardar a que los primeros estuvieran a salvo para seguir, pero, para cuando esto ocurrió, ya estaban en pleno enfrentamiento. Era imposible volver a moverse.

Luego de tres horas de combate, el Che resulta herido en su pierna izquierda y es capturado. Así, tras una caminata de dos km, queda detenido en la escuela de La Higuera. Al día siguiente, el Gobierno de Bolivia informó que Guevara había muerto en pelea. Mientras tanto, Félix Rodríguez, agente de la CIA, entraba a la escuela gritándole al Che si sabía quién era: “Sí, un traidor”, le contestó. Mario Terán, suboficial boliviano, contará que, en aquel entonces, le dieron la orden de ejecutarlo. Tras dudar y recibir una reprimenda, entró al cuarto no muy convencido. Frente a él estaba el Che, cientos de páginas de luchas, de solidaridad y entrega absoluta, las palabras y sus actos en consecuencia. Ideas que se esparcían rápidamente por todo el mundo. Póngase sereno y apunte bien, escuchó ante su nervioso silencio, “va a matar a un hombre».