LA CIUDAD QUE NUNCA SE RINDIÓ

  • La Batalla de Piribebuy y el incendio del Hospital de Sangre |

Piribebuy no estaba preparada para combatir. Sin embargo, su gente sabía que, llegado el día, no habría elección. Las semanas pasaban y no había persona que no observara sobre los cerros que rodeaban la ciudad sabiendo que era cuestión de tiempo ver aparecer a las tropas de la Alianza. Meses de escasez de alimentos y falta de remedios coronaban una situación insostenible en medio una de las guerras más crueles y desiguales del continente. El ejército paraguayo ya había sido abatido y el genocidio había arrasado sus tierras. Pese a todo, nuevas tropas debían rearmarse y, para eso, se prepararon frentes formados por veteranos, mujeres y adolescentes. Detrás, niños y niñas aguardaban por si fuera necesario. Así, librada a su suerte, Piribebuy se mantenía en alerta.

La noticia corrió los primeros días de agosto de 1869: el ejército ya cercaba los cerros. Sin embargo, un detalle había hecho que se demoraran un día, dándoles tiempo para ordenarse. El comandante Caballero recibió la información y preparó a las 1600 personas con las que contaba. Finalmente, el momento llegó. Con las primeras luces del 12 de agosto, mientras el oficial brasileño conde d´Eu y sus 20 mil combatientes aguardaban, un emisario bajó y exigió la rendición inmediata. Pero no sería poca su sorpresa cuando escuchó decir que nadie se iba a retirar. Hasta que la última paraguaya siga de pie, hasta que el último paraguayo pueda defenderse, iban a continuar.

Durante dos horas un bombardeo llovió sobre las casas. Una vez terminado, la caballería ingresó destruyendo todo a su paso. Era el comienzo de una lucha sádica en la que el pueblo se defendió con las pocas armas que tenía, cuerpo a cuerpo y utilizando maderas afiladas, vidrios y fragmentos rotos de adobe. La crueldad del ejército brasileño no escatimó en formas y la masacre se sostuvo hasta que un hecho cambió todo. Contra todo pronóstico, cuando la batalla llegaba a su fin, el general brasileño Mena Barreto fue asesinado. A la barbarie ya desmedida, se sumaría la venganza.

Como respuesta, Caballero sería torturado y asesinado frente a su familia y se ejecutaría a las personas detenidas. Pero aún faltaba el final. El último golpe sería al Hospital de Sangre, espacio donde se atendía tanto a gente del Paraguay como de la Alianza. Dejando encerradas a todas las personas y, con las puertas y ventanas tapiadas, se inició un fuego que, en poco tiempo, envolvió el lugar. Se estima que hubo más de 400 muertes, entre ellas, de quienes intentaron salir del hospital y fueron atacadas. La batalla había terminado, otro capítulo de una guerra de exterminio en la que se mató a casi todos los hombres del Paraguay. La historia cuenta que, ese 12 de agosto, pese a todo, el pueblo de Piribebuy nunca se rindió.