- La muerte de María Soledad Rosas |
Decían que un viaje podía significar una excusa para dejar atrás complicaciones del pasado. Tomar aire, pensar y empezar de nuevo. Por eso, sus padres decidieron comprarle a María Soledad Rosas, Sole, un pasaje abierto por seis meses a Europa. Un regalo por su título universitario. Así, el 22 de junio de 1997, llegaba a Turín, Italia, acompañada de una amiga. Una vez allí, preguntaron en la Federación Anarquista dónde podían pasar la noche y se dirigieron a un lugar llamado El asilo, un edificio ocupado por squatters anarquistas. Sin saberlo, eso que para Sole comenzaba como un viaje pronto pasaría a ser un cambio radical en su vida.
«Pensar que el mundo es tan grande, pero hay un lugar para cada uno, y yo creo que encontré el que me corresponde”, escribía en aquellos días. Poco a poco, Sole fue acomodándose en su entorno, entre lecturas ácratas e historias de la guerra civil española. Allí, también, conocería a Edoardo Massari, «Baleno», con quien comenzaría una relación tan intensa como corta. Para ese entonces, no mucho tiempo atrás, en el Valle de Susa, se había iniciado la construcción del Tren de Alta Velocidad (TAV) para unir Italia con Francia. Pero los desastres ecológicos que este megaproyecto causarían generaron rechazo de los habitantes de la zona y de grupos ecologistas. A su vez, comenzó a correr la noticia de una serie de atentados reivindicados por un grupo desconocido: Lobos Grises… o, por qué no, la excusa perfecta para comenzar una cacería de anarquistas.
Un micrófono en el auto de un amigo de Sole y Baleno, una conversación grabada y fuera de contexto, y listo. La policía ya tenía sus chivos expiatorios. La causa para manchar las luchas y continuar el proyecto estaba en marcha y la opinión pública siempre suele acompañar. Si bien Sole estaba en la Argentina cuando comenzaron los atentados y Baleno no se encontraba en esa zona, se inició una acusación por subversión y terrorismo. Días después, ya encerrados en una prisión de máxima seguridad, Sole se enteró de que Baleno se había ahorcado en su celda. En ese momento, escribiría: «Siempre he pensado que cada uno es responsable por sus actos, pero esta vez hay culpables y los quiero mencionar en voz alta, son aquellos que mataron a Edo: el Estado, los jueces, los abogados, la prensa, el TAV, la policía, las leyes, las reglas y toda la sociedad de esclavos que acepta este sistema”.
Las movilizaciones no dejaron de crecer, ni tampoco las denuncias a los medios. Cada vez se hacía más evidente que no había pruebas reales. Al poco tiempo, Sole fue trasladada a una comunidad terapéutica donde recibía visitas e interrupciones policiales sin horarios fijos. Finalmente, el 11 de julio de 1998, aparecía ahorcada con una sábana en el baño. Con respecto a los Lobos Grises, nunca hubo pruebas de su existencia real. Años después, la Justicia admitiría que ni Sole ni sus dos compañeros tenían relación alguna con los atentados. Una historia que nunca dejó de repetirse.