LOS PUEBLOS DE SUD-AMÉRICA

  • El 9 de lulio y la Independencia |

Siglos de saqueos y masacres cargaban sobre los hombros de quienes habitaban el territorio, y la causa libertadora había encontrado su tracción en gran parte de ese pueblo. Un acta de independencia que hablaba de provincias unidas en «Sud-América», una carta de Artigas a San Martín que afirmaba que los Pueblos Libres ya se habían independizado hacía un año y la propuesta de Belgrano para que la capital fuera Cuzco, dando el poder a la población nativa. El 9 de julio de 1816, un grupo de hombres reunidos en Tucumán ponían su firma en representación de los pueblos. Una proclama rápida para declarar la separación de España, aunque no se definiera cómo. Las copias del acta viajaron de ciudad en ciudad y, para ese entonces, la gente comenzaba a escuchar sobre aquella historia de la nueva independencia.

Mientras tanto, Juana Azurduy avanzaba por Salta hacia la guerra gaucha donde Martín Miguel de Güemes y la población combatían en guerrillas a los realistas. En la distancia, preocupaba a muchos la idea de frenar los pagos por arriendos de tierras a los gauchos que combatían y el proyecto de Azurduy de establecer zonas autónomas para pueblos originarios. En el litoral, las montoneras, las masas campesinas y José Artigas luchaban por la «tierra libre» contra los acomodados que ya especulaban un país de parásitos y tiranos impunes. Distaba de los planes unitarios y personalistas aquel sueño de fomentar la autonomía, de una liga de los Pueblos Libres para un continente independiente.

La lucha por un proyecto latinoamericano sostenida por Belgrano, Güemes o San Martín vería su contracara en las altas burguesías que no querían perder la enorme oportunidad de fundar una patria a su gusto y necesidad. Cuando la Argentina todavía no era una realidad, San Martín partía con su sueño vigente para liberar a Lima del colonialismo prometiendo solo usar su espada «contra los enemigos de la independencia de Sud-América». Pero el peso de la bota y la pluma de quienes se dispusieron a reescribir la historia no sería poco y en el olvido se buscaría dejar los proyectos populares que lucharon por un continente unido.

Artigas, exiliado, sería traicionado, y las tierras, apropiadas; Azurduy terminaría en la pobreza, y sus combatientes exterminados en guerra; Güemes sería entregado, Belgrano olvidado, y San Martín, en la pobreza, viendo a una Latinoamérica dividida a placer. Luego, vendrían quienes sacarían provecho, cubriendo de patriotismo los futuros genocidios, edificando sobre la sangre de los originarios y descansando en las riquezas de quienes soñaron una tierra libre. Ese pueblo unido que alguna vez fue palabras en un acta y realidad en las luchas en las que combatió dejando todo. Literalmente todo. La historia siguió su curso, pero los invisibles, las humilladas y los olvidados siguen caminando las tierras. Sus tierras. Aguardando un momento que, tarde o temprano, deberá llegar.