LA BOCA DEL LOBO

  • Augusto Timoteo Vandor y el Operativo Judas |

Un hombre aguardaba pacientemente en la esquina. No tenía prisas. La mañana auguraba una jornada fría en Buenos Aires y, si todo salía como lo previsto, sus compañeros debían llegar de un momento al otro. Antes de que el reloj señalara las 10, tal y como habían calculado, vio llegar a Augusto Timoteo Vandor, secretario general de uno de los sindicatos más poderosos del país, la UOM. El hombre lo siguió con la mirada, lo observó entrar al edificio y continuó su espera sin moverse del lugar. Una hora más tarde, un coche estacionaba a la vuelta. Cuatro personas bajaban, dejaban el motor en marcha y emprendían rumbo al sindicato. Era el lunes 30 de junio de 1969, y se ponía en marcha el Operativo Judas.

La agenda de Vandor marcaba un almuerzo con el coronel Luis Prémoli, un militar que, tres años atrás, había entrado a la Casa de Gobierno y le había comunicado a Arturo Illia que ya no sería presidente. Pero antes, según lo estipulado, debía pasar por la sede de la UOM. Lo que no sabía el sindicalista que soñaba un «peronismo sin Perón» era que, desde hacía meses, cinco personas estudiaban sus pasos. La meta era que, de una forma u otra, fuera asesinado. Aunque les costara la vida. Fue así entonces que, pasadas las 11, el grupo fue recibido en la puerta por la seguridad de la UOM. Tras presentar unas credenciales falsas que indicaban que eran policías y unos papeles que atestiguaban que venían por una citación judicial, los hombres entraron sin restricción alguna.

Una vez dentro, sacaron las armas que llevaban escondidas. Entre las pistolas y revólveres, además, contaban con tres kilos de explosivos que solo pensaban usar en caso de fuerza mayor. Como sabían que Vandor estaba allí, en última instancia, harían volar el lugar con ellos dentro. Una a una, fueron recorriendo las oficinas. A los pocos minutos, Vandor se enteró que lo buscaban y corrió a encerrarse en una habitación. Pero, pese a sus intentos, no llegó a escapar: luego de recibir varios tiros, caía muerto. Actos seguido, el grupo salió dejando una granada que explotaría a sus espaldas. El Lobo, el hombre que soñaba con el vandorismo, estaba muerto.

Onganía dirá que esto era parte de un plan subversivo para “cambiar nuestra forma de vida» y decretará el estado de sitio. No hacía mucho del Cordobazo y ahora era asesinado un hombre que, salvando las diferencias, se había mostrado dispuesto a pactar con los golpistas. Sin embargo, pese intervenir gremios y clausurar el periódico de la CGTA, dirigido por Rodolfo Walsh, no encontró a quién culpar. Meses más tarde, el ENR se adjudicaría los hechos. Hoy, se tienen como responsables a integrantes de Descamisados que, posteriormente, formaron parte de Montoneros. Después de todo, como había dicho Walsh, «Perón había dado orden de defenestrar a Vandor».