Por Facundo Sinatra Soukoyan – Luciano Colla |
El 27 de junio de 1973 las radios de Uruguay eran interrumpidas y la voz del presidente Juan María Bordaberry sonaba en las casas de todo el país. En medio de un discurso acorde a los tiempos de la Guerra Fría, hablaría a la población sobre su «profunda vocación democrática» y el «rechazo a toda ideología marxista que intente aprovechar de la generosidad de nuestra democracia». Como si no existiese contradicción alguna, ese mismo día, decidía disolver las Cámaras de Senadores y Representantes, gracias al apoyo de las Fuerzas Armadas, y, en contraposición, creaba un Consejo de Estado. En nombre de la democracia, se daba comienzo así a 12 años de dictadura y terrorismo estatal.
En ese contexto, muchas de las personas que lograron escapar de los secuestros y las torturas fueron perseguidas hasta el punto de verse forzadas a exiliarse para salvar sus vidas. Entre ellas, se encuentran las historias de 52 jóvenes militantes, quienes comenzaron un largo periplo que los llevaría por Argentina, Chile y Cuba. Aunque en aquel entonces todavía no podían imaginarlo, tiempo después, el destino las volvería a unir a kilómetros de distancia. Sus inquebrantables compromisos políticos y solidarios harían que volvieran a jugarse sus vidas en defensa de un pueblo vecino que iban a sentir como propio.
Esta historia, que no es tan lejana como muchas veces parece, es contada por sus protagonistas y sus familiares en el documental «Una y mil veces». Como narra su director, Ernesto Fontán, el proyecto fue seleccionado para ser subsidiado por el INCAA y ya se encuentra en el último tramo. Sin embargo, el actual Gobierno decidió vaciar y desfinanciar al instituto, por lo que el proyecto quedó, al día de hoy, a metros de la recta final.
Nos adentramos en esta historia y charlamos con Miguel Ángel Ortiz -militante tupamaro- para que nos cuente cómo fueron esos días combatiendo en Nicaragua, y con Ernesto Fontán y José Pommerenck -uno de los responsables de la idea del proyecto- para conversar sobre el documental y los pasos a seguir para lograr que, a pesar de todas las trabas, la película salga a la luz.
HERMANDAD SIN FRONTERAS: Entrevista a Miguel Ángel Ortiz
– ¿Cómo fueron tus comienzos en Tupamaros y la militancia antes del exilio?
– Nosotros éramos un grupo de estudiantes de Tacuarembó y de distintos lugares del interior de Uruguay, a quienes, en el año 1968, nos llegaron los ecos de las luchas estudiantiles de Montevideo. Éramos jóvenes de distintas partes del país que, en esos tiempos, nos fuimos integrando a una realidad uruguaya que era más que las provincianas siestas de verano.
Ahora, con el tiempo, podemos racionalizar lo que fuimos actuando. Fueron años en los cuales las luchas del pueblo obligaron a los distintos poderes a tomar decisiones que sepultaron a la «suiza de América». Y fue en ese contexto que nosotros nos fuimos integrando a esas luchas sociales.
Después vino Montevideo y la consigna «obreros y estudiantes, unidos y adelante» que marcó nuestro hacer. De ahí en más, casi sin darnos cuenta, ya estábamos integrados a una forma de lucha superior. Nos fuimos sumando, poco a poco, al MLN Tupamaros.
Mi experiencia fue similar a la de muchos en ese momento: la injusticia se veía y creíamos posible cambiar el mundo. Puede parecer muy racional, sí, con los años no puedo expresarlo de otra forma. Complementariamente, esta racionalidad está alimentada y regada con toda nuestra generación y con la vida de todos nuestros compañeros muertos y desaparecidos.
¿La pregunta es cómo era antes del exilio? Creo que esa fue mi vida y, atrevidamente, digo que así fue también la de la mayoría de quienes tuvimos la posibilidad de participar en la insurrección del pueblo nicaragüense. Fuimos parte de un momento de lucha.
– ¿Se prepararon de alguna forma específica antes de ir a Nicaragua?
– Nuestra preparación fue rápida. Para los compañeros que ya contaban con cierta experiencia anterior, fue principalmente un recordar lo ya sabido; para otros, una necesidad de saber algo para salvar la vida. Después, para todos en general, fue tratar de contribuir con un pueblo en su tarea de terminar con un régimen tirano, cruel y opresor. Nuestra experiencia tal vez era poca, sí, pero era muy superior a la que tenían los jóvenes que luchaban contra Somoza.
– ¿Cómo fue combatir junto al FSLN contra Somoza?
– La participación de mis compañeros en combates comenzó con la toma de Peñas Blancas, un puesto fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua, sobre la carretera Panamericana. Fuimos tres grupos que nos integramos de a poco. El primer grupo fue partícipe de la toma de Peñas Blancas, a mí me tocó el tercer grupo.
En lo que refiere a los combates, la primera sensación es de temor por la vida, pero a la vez sabiendo que fue una elección personal. Sabíamos que nadie, ni ninguna organización, nos llevó a ese escenario en el que nos encontrábamos. Sí sentíamos temor, por supuesto, más cuando cayeron los primeros obuses y escuchábamos sus sonidos casi cinematográficos. O mismo los zumbidos de los morteros. En esos momentos, recordaba los entrenamientos, cavar, enterrarnos y ver por otros lados. En mi caso, recuerdo a muchachos panameños que despreciaban lo mínimo, hasta que el temor los obligó a cavar trincheras.
El enemigo era alguien a quien vencer. Personalmente, nunca estuve frente a un soldado de la EEBI (Escuela Entrenamiento Básico de Infantería, cuerpo militar de elite creado por Anastasio Somoza). Creo que nadie, salvo quienes tuvieron a un enemigo enfrente y lo mataron, puede responder a la pregunta de qué se siente estar cara a cara con un enemigo en una guerra. Exceptuando a los que son entrenados en la doctrina de los ejércitos gringos, esos son entrenados para odiar.
– ¿Qué funciones cumplían específicamente?
– Fuimos artilleros, en su mayoría. A mí, en un principio, me tocó ser parte de una dotación de un mortero 82mm, móvil, de acuerdo con lo que dispusiera el mando. Luego, fui parte de una dotación de un mortero 120mm. La mayoría de nosotros fuimos artilleros, algunos pocos fueron asignados a la infantería, entre ellos, varios queridos compañeros como el César, el Zabaleta y nuestro Meme Altesor, al que le tocó la mala suerte de caer en combate. Cualquiera pudo ser. La guerra es fea, nadie elige morir, pero a veces es necesario arriesgarse por causas más grandes que un individuo.
– ¿Qué fue de tu vida y la de tus compañeros una vez terminados los combates?
– Cuando terminó, volvimos a nuestra vida de militantes políticos. Estuvimos en Cuba, esperando que las situaciones nos permitiesen volver a participar en las luchas de nuestro pueblo. Por mi parte, volví a ser estudiante de veterinaria, a vivir como un cubano más, y a participar de una idea que no pudo concretarse. El plan era ser parte de brigadas internacionales que pudieran ayudar a cualquier pueblo de América Latina que presentara la oportunidad de emanciparse. Además, como todo ser humano, ser padre, trabajar, ilusionarme, algo que creo que a todos los compas que participamos nos sucedió.
UNA Y MIL VECES…
– ¿Cómo llegan ustedes a la historia y qué los motivó a contarla cinematográficamente?
José Pommerenck: Viviendo en Cuba, en 1979, conocíamos a muchos de los compañeros que habían combatido en Nicaragua hasta el triunfo de la Revolución el 19 de julio. Eran gente humilde y nunca hicieron ostentación de haber participado en la guerra contra la dictadura somocista. Yo diría internacionalismo puro.
Así pasaron los años y, por razones de edad, algunos fallecieron. Hace cuatro años, cuando muere Daniel Astapenco -alias Pedrito-, nos planteamos la tarea de rescatar aquella gesta del exilio uruguayo como parte de la memoria histórica de nuestros pueblos.
¿Qué podíamos hacer entonces? Así surgió la idea del documental, contando con la participación y el testimonio de varios compañeros.
No era fácil investigar, juntar documentación, fotografías, hablar con los compañeros para que se enfrentaran a una cámara y un micrófono. Habían pasado muchos años, y la mayoría había guardado silencio, ese anonimato que caracteriza a los verdaderos revolucionarios. No obstante, se comenzaron las entrevistas en Montevideo, y eso nos permitió armar una carpeta como material de base para desarrollar el documental.
Como no teníamos la menor idea de hacer cine, salimos a buscar algún profesional que se comprometiera con el proyecto y, después de tocar muchas puertas, conocimos a los cineastas argentinos Ernesto Fontán y Tatiana Nemecec que, en la primera reunión, nos dieron un sí rotundo y agarraron la dirección del trabajo. Para nuestra sorpresa, nos dijeron que la idea era maravillosa y que había que dejar registro de esos hechos muy poco conocidos en el Uruguay y Latinoamérica.
A partir de ese momento, la película se sustentó en tres patas: Montevideo, Buenos Aires y Blanes (Cataluña)
– ¿Cómo fue reconstruir la historia e intentar seguir los pasos de los militantes?
Ernesto Fontán: Para reconstruir esta historia nos abocamos a contactar a todas aquellas personas que estuvieron involucradas en aquel hecho: excombatientes, familiares, exiliados y presos políticos, historiadores, etc., para luego poder hacerles una entrevista -en algunos casos más de una- en donde contaron sus vivencias y experiencias. Hemos filmado la mayoría de ellas en Uruguay, otra en Costa Rica, y luego viajamos a Nicaragua en donde culminamos el rodaje. Era indispensable volver al terreno en donde se desarrolló la guerra y que algunos de los excombatientes volvieran a pisar ese suelo luego de 45 años y reencontrarse con viejos compañeros.
– En estos momentos, ¿en qué etapa está el film?
Ernesto Fontán: Estamos culminando el montaje y por grabar en Cataluña unas pequeñas escenas que nos quedaron pendientes. Luego pasaremos a la etapa final de postproducción de sonido, color y animación de títulos. La idea es lograr tenerla terminada para fin de este año 2024, para poder empezar el circuito de festivales internacionales y estreno oficial en salas.
- Para quienes quieran colaborar a que este proyecto pueda finalizarse y la historia de estos 52 combatientes quede plasmada en un documental, dejamos un link en el cual pueden leer toda la información y hacer aportes:
https://www.goteo.org/project/una-y-mil-veces