LA HECHICERA CELESTINESCA Y LA CREACIÓN DEL MATRIARCADO

Por Laura Martínez Gimeno |

La eterna caza de brujas, la persecución de comunidades femeninas, la natural e ineludible maldad de las mujeres, el odio irracional hacia el deseo de independencia, el sometimiento de la voluntad femenina, la censura de la autoría, el desprestigio social y la impostada inferioridad económica, el necesario estado de esclavitud de las muchachas proletarias, los prejuicios en cuanto a la vejez y viudedad de las mujeres, el ejercicio de la difamación y la ofensa al honor y la estrecha relación entre el mundo demoníaco y la inteligencia femenina son solo algunas de las heridas que la heroína de Fernando de Rojas (1465-1541) y sus discípulas sufren en la canónica e inmortal tragicomedia publicada con monumental éxito en 1499.

En una obra cuya temática principal aparenta ser el tradicional despliegue del amor cortés entre dos personajes desesperados, sobresale la intrigante figura de una mujer que representa el corazón y reivindicación que es este ensayo. Celestina es conocida por la ilusoria personalidad que la caracteriza y el profesional perfeccionamiento de las artes mágicas que la individualiza. El vínculo romántico que comparten la doncella Melibea y el joven Calisto sirve únicamente como marco argumentativo para ensalzar el verdadero motivo de dicha historia. El auténtico estímulo que promete el progreso de las acciones en la trama es la maestría con la que Celestina rige y moldea su intelecto y los de quienes la rodean.

Primera parte: Mulierem barbatam eminus esse salutandam

Desde los inicios de la historia de la literatura y el arte la imagen de la mujer ha sido retratada a través del prisma de la dualidad. La creación artística ha fomentado la perpetua tradición de enseñar qué ser y qué no ser a sus lectoras, observadoras y aprendices. Cómo comportarse adecuadamente para ser amadas, qué valores y virtudes enaltecer con el fin de ser premiadas y qué oficios y pautas de conducta rehuir para evitar ser repudiadas por una sociedad que las quiere a su manera.

El estudioso Villalba (2003) plasma de forma sublime la clara distinción de feminidad que el pensamiento de la época ejercía sobre sus coetáneas. Una manipulada tipología que clasifica a las mujeres en dos clases radicalmente opuestas cuya única confidencia es la de una feroz enemistad.

Vieja Celestina (1908), de Fernando Alberti Barceló.

Por un lado, hallamos al grupo de féminas que confiesan un evidente estado de sumisión, debido a la presencia y actitud activa de los hombres que encarnan su cotidianidad. Ellas son las madres, esposas e hijas del periodo en el que nos encontramos.

El momento vital que más interesó recrear y moldear era el paso de la inocencia a la madurez. Un proceso de descubrimiento y aprendizaje instruido por los hombres de sus vidas, pues las doncellas tenían la obligación de convertirse en esposas ideales para ser juzgadas como mujeres útiles para la ciudadanía. Entre sus indispensables tareas destacan la construcción de un hogar confortable y ejemplar, las ocupaciones domésticas y la absoluta dedicación a la maternidad. Por lo tanto, las mujeres que atesoraron la buena opinión pública y la de sus dueños supieron asimilar el arquetipo que existe en silencio entre el recato y la docilidad y la belleza y la ternura. Semejante idea de falsa feminidad fue promovida por los moralistas de la época. En sus manuales de hábitos y costumbres indicaron cómo las mujeres optan por inclinarse hacia la ruina que simboliza el vicio, puesto que estas están exentas de la capacidad del raciocinio.

En contraposición, perviven aquellas mujeres contempladas como abominables y monstruosas, las cuales tutelan sus vidas con resolución y autosuficiencia en ausencia de la autoridad masculina. Dichas voluntades pertenecen a mujeres con cargos políticos, a las criminales, a las hijas liberadas y a las más perniciosas de todas, las viudas. Según Estefanía Bernabé (2013), la viudedad es el estado más peligroso en el que puede hallarse una mujer, ya que representa un diabólico peligro para la Iglesia y la comunidad. Una viuda no puede ser sometida, puesto que posee un patrimonio heredado que la dota de acción e independencia propias. En este segundo grupo de femmes fatales descubrimos a la hechicera, alcahueta y proxeneta Celestina.

En definitiva, la exagerada disparidad femenina tiene como cometido acentuar ese carácter dócil y obediente, mas tales principios también deben exteriorizarse y quedar reflejados por medio de una frágil y delicada apariencia. Una belleza que Celestina no reproduce ni considera de utilidad para la expansión y éxito de sus negocios. A continuación, expondré cómo una de las causas fundamentales para la antipatía e ignominia sociales es provocada por la mortificada fealdad de la protagonista.

La Celestina, de Alejandro Decinti.

Nuestra heroína es genialmente analizada por el autor Sanz Hermida (1994), quien profundiza en el aspecto exterior de la alcahueta con la intención de comprender qué significa para una mujer del Siglo de Oro ser colectivamente tratada desde el temor y la repugnancia.

Una de las características más evidentes sobre las que inciden los personajes de la tragicomedia es la barba de Celestina. Una particularidad que se dice le afea el rostro ya deformado y demacrado por la más que justificada vejez de la hechicera. Sanz Hermida señala que la barba en las mujeres representa una afrenta para el concepto de belleza idealizada. En consecuencia, tales féminas eran sentenciadas como impúdicas y lascivas, además de ser relacionadas con la esfera de lo demoníaco y ultrajadas por la comunidad. Y es que en dicho momento histórico se creía que la práctica del ocultismo y los encantamientos se manifestaba por medio del deterioro físico. A la nigromante se le masculinizaba el rostro, perdía atractivo y se volvía grotesca y despreciable. De modo que, la mujer barbuda es aquella que necesariamente pacta con el diablo con el fin de consumar sus terribles y abominables proyectos. La mujer que no personifica el modelo estético de feminidad tiene que ser por exigencia de su época malvada y lujuriosa, ya que solo así puede responder por su excelente destreza profesional.

Por otro lado, considero apropiado incidir en dos comprensibles teorías defendidas en la publicación de Sanz Hermida.

En primer lugar, sostiene que una de las razones por las cuales Celestina es descrita como una vieja barbuda se debe a la etapa vital en la que se encuentra la protagonista. La menopausia continúa siendo uno de los grandes tabúes sociales. Semejante cambio hormonal que experimenta sin excepción el total de las mujeres ha sido llevado en secreto, disimulado y enmascarado por la creación artística. La fugacidad de la juventud, la inminente senda de la vejez, la caducidad de la inexperiencia y el declive del erotismo y del deseo sexual son cuestiones que han preocupado a las mujeres desde que el mundo se obstinó en inculcarles cómo sentirse y verse. Es indiscutible que nuestra heroína se halla en esa etapa de la existencia. El segundo aspecto al que hace referencia es la perfección andrógina del personaje femenino principal. En virtud de lo cual, la figura de Celestina representa el equilibrio entre los atributos de lo femenino y lo masculino.

No obstante, y a pesar de las abundantes y pérfidas ofensas que afronta a lo largo de la obra, Celestina es una mujer que no se identifica con el paradigma de su siglo. No responde acorde con los modelos estéticos y las pautas de conducta sociales y tampoco se esfuerza por hacerlo. Es una mujer contradictoria, intelectualmente cultivada y espiritualmente compleja que ha aprendido a soportar la frecuencia de la desdicha sin por ello empequeñecerse. Celestina se autoproclama curandera y sanadora y hace de sus múltiples ocupaciones el triunfo del ingenio y la clarividencia. Enmascara el escarnio y la mofa beneficiándose económicamente de quienes la pronuncian, puesto que aquellos que la

condenan son los mismos que recurren a sus servicios. La alcahueta es una personalidad que destaca por su brillante preferencia por la hipocresía, el engaño, el reconocimiento de secretos, la astucia y la manipulación encubierta. No se contempla como un ser reprimido y desplazado. Su gran satisfacción culmina al saberse conspiradora de una lacerante sociedad que la detesta, pero que cae doblegada a voluntad.

La última cuestión de este apartado que estimo imprescindible estudiar es la construcción y consecuencias de la sexualidad femenina. O mejor dicho, el devastador poder de la pasión sexual de las mujeres.

La Celestina. Cesare Arrivabene, Venecia, 1519.

La profesora de literatura hispánica Zamora Calvo (2017) argumenta que en la Edad Media la mujer se hallaba sexualmente reprimida hasta el matrimonio. Como he expuesto con anterioridad, el papel natural de la mujer de favorable reputación se limitaba al de devota esposa y buena madre. Por lo cual, se veía obligada a someter su anhelo erótico tanto antes como después de la unión conyugal. Por ende, las mujeres que eran activas sexualmente eran abiertamente censuradas por los hombres, pues debían estar preparadas para soportar al varón, pero no osar demostrar apetito e iniciativa sexual.

La creencia misógina que hostiga la voraz e insaciable lujuria femenina fue aclarada por el aclamado historiador Deyermond (2008), debido a que profundiza en la especial repulsión masculina por el deseo sexual de las mujeres en la vejez. Peor que una doncella en pleno despertar sexual es una viuda que ha disfrutado y continúa disfrutando de la pasión de la carne. Las ataduras morales, la limitación del pensamiento y la cosificación del cuerpo femenino encarnaron las armas por medio de las cuales contener los instintos y pulsaciones sexuales de las mujeres. Una deshumanización que la vieja hechicera y alcahueta Celestina se propone deconstruir. Tal y como queda plasmado en la historia de Fernando de Rojas, Celestina se dedicó a la prostitución durante gran parte de su juventud. La futura madame fue instruida por prostitutas profesionales conscientes de que la sexualidad representa la más lucrativa transacción económica para la mujer proletaria.

La libertad de la sexualidad femenina es un tema sugerente, atractivo y muy reivindicativo, puesto que por mucho que dichas mujeres convivan recluidas y destituidas en casas de mala reputación, constituyen hermandades independientes a la influencia y potestad de los hombres de la sociedad. El burdel de la heroína Celestina representa una microsociedad femenina dentro de la macrosociedad patriarcal que la desestima.

Sin embargo, aunque su negocio proceda del placer sexual de los hombres de la tragicomedia, las trabajadoras no sacrifican por ello su libertad, el completo provecho económico de su oficio y la aspiración de vivir apartadas de una ciudadanía regentada por la opresión y el androcentrismo.

Segunda parte: Remedia amoris

La cosmología de la hechicería emerge en el imaginario colectivo a través de las míticas e instauradas representaciones de la hechicera como ser sobrenatural y malvado diestro en el arte de la fascinación y el engaño. Las brujas coexisten en excluidas comunidades femeninas a las afueras de toda civilización. Tales mujeres, entusiastas del ángel caído Lucifer, se organizan en sectas llamadas aquelarres, en los cuales realizan monstruosos rituales y sacrificios. El gran cometido de su oficio es la práctica de todo tipo de mal que favorezca al diablo y a sus perniciosos súbditos. Las magas desarrollaron la capacidad de desplazarse en escoba a esos lugares inexactos en los mapas donde confeccionar algunos de sus misteriosos conjuros. Dichas tenebrosas figuras femeninas son las mismas que raptan a los niños de sus cunas durante la noche como ofrenda a un poder extraordinario e ininteligible. Las brujas forman parte de la iglesia diabólica y existen por y para el perfeccionamiento de la maldad.

Las ilustradas Concepción García (2022) y Lara Alberola (2012) exponen magistralmente los oficios y ocupaciones urdidos por la heroína de Rojas y su vínculo con el mundo de lo demoníaco.

La Celestina y los enamorados (1784), Luis Paret y Alcázar.

En la obra del Siglo de Oro se especifican con exactitud las actividades que hacen posible que Celestina subsista económicamente en una sociedad cuya riqueza era controlada por los hombres. La embaucadora celestinesca se dedica a comercializar con perfumes y otros aceites, destaca por su aptitud como labrandera, la inteligencia con la que intriga y maquina con fines sexuales y amorosos como alcahueta, además de ser un poquito hechicera y propietaria de un burdel.

Una de las provechosas disposiciones de la venta ambulante que ofrece Celestina es la posibilidad o el libre acceso. Esta es la estrategia que emplea la hechicera para introducirse en la morada en la que habita Melibea y así hablarle del amor de Calisto. La verdadera intención de semejante actividad no es la venta de los productos presentados, sino la oportunidad de visitar y encandilar la intimidad que de otra forma permanecería protegida y cerrada a las amenazas del mundo exterior.

Por otra parte, y como uno de los cargos principales, la alcahuetería. La seducción de la falsedad que representa la labor de las alcahuetas está sembrada de connotaciones despectivas. Son mujeres que se lucran de la inexperiencia de quienes se encuentran sumidos en los estados de desesperación y angustia. Su magnífico talento para el fraude, la mentira y el enredo de voluntades las convierte en seres terroríficos pero indispensables en el discreto plan de la fortuna. Las alcahuetas parecen poder timar al propio destino por medio de dos frases afortunadas. Su excelente uso del lenguaje es lo que les concede la competencia para convencer y chantajear. Nuestra alcahueta simboliza el origen del arquetipo de feminidad artera y traidora en la viudedad y vejez de las mujeres. Celestina es descrita como una anciana grosera y desconsiderada con el cuerpo deformado por las supuestas dotes para la hechicería y la nigromancia. La manipulación y la perspicaz charlatanería son solo algunos de los recursos por los cuales se aprovechan de la necesidad y juventud románticas con el prometedor objetivo de un desembolso económico. El uso retórico de la palabra y el oficio de la magia deben prolongar el tiempo de desesperanza entre los respectivos amantes, para así lucrarse económicamente hasta la eclosión de la inapelable y asegurada ruina.

El siguiente de los puntos fundamentales es el de Celestina como bruja o hechicera. La artificiosa anciana es el agente responsable de propiciar la exacerbada e impetuosa relación de los amantes. Celestina inflama de ardor el pecho de Calisto al tiempo que colma de esperanza el disimulado interés de Melibea. La hechicera se introduce en el hogar de la joven protagonista con el objetivo de confundirla y engatusarla gracias a un sinfín de exageradas alabanzas y falsas caricias. Semejante es el conjuro de amor maquinado por nuestra heroína cuya consumación solo puede ser igualada por la muerte. De la misma manera que expone la escritora Lara Alberola (2010) en otra de sus admirables publicaciones, a la bruja se la considera una fiel servidora del amor, mas únicamente por utilidad, capital y una evidente predilección por la riqueza. Celestina potencia los placeres de la carne y es capaz de inspirar sentimientos de anhelo e ira desenfrenados a quienes caigan víctimas de sus fraudulentas y múltiples trampas. En su calidad de hechicera está unida al demonio mediante un tratado oculto que puede que ella misma ignore. Un convenio con el mundo de las sombras que le ha concedido facultades sobrenaturales ineficaces para el resto de los mortales. El trueque de unas habilidades mágicas está sellado por el precio de su alma. La filiación diabólica que la caracteriza suscita que cada movimiento, acción y atrevimiento signifique una negociación, transacción y convenio de poderes.

Portada de La Celestina, por Juan Joffre, 1514.

No obstante, Lara Alberola señala que las capacidades maravillosas de Celestina subvierten el modelo patriarcal del Siglo de Oro, ya que reinventa a las mujeres como individuos independientes socioeconómicamente. Al perdurar y prosperar gracias a las ganancias que proporcionan las dotes siniestras de lo fantástico, la maga encarna ese personaje transgresor que instaura con éxito una diminuta comunidad dirigida y habitada por mujeres llamada matriarcado.

Otro aspecto importante de la brujería es que se trata de una implicación narrativa; es decir, no somos testigos de la acción mágica, pero sabemos que existe y que se produce en la reclusión del laboratorio de Celestina. Por último, mencionar con brevedad los instrumentos de doble utilidad empleados por la anciana hechicera para la invocación y urdimbre de las personalidades de Melibea y Calisto. La escritora Concepción García (2022) apunta los tres utensilios que conforman la trama romántica de los jóvenes y aún más crédulos protagonistas. Primeramente, el hilado de Celestina como imagen de la caza de la voluntad y estima de Melibea. En segundo lugar, el cordón que la propia Melibea entrega a la alcahueta tras su entrevista y que puede interpretarse como la captura de su alma por el diablo. Y en definitiva, el cautiverio que representa la cadena de oro con la que Calisto obsequia a Celestina, quedando irremediablemente ligado a ella. Tal es la disparidad y desorden de este triángulo de anhelos, disposiciones y apegos que solo puede ser resuelto, fracturado y sanado a través de un desenlace trágico. La muerte es la única salida para la hechicería y el romance desmesurado en la apremiante batalla en la que el diablo se convierte en el amante más caprichoso de todos.

Tercera parte: La ciudad de las mujeres

En este próximo y postrero apartado formularé cómo la alcahueta, proxeneta y hechicera celestinesca funda triunfante las bases de lo que en la actualidad conocemos como matriarcado o comunidad de mujeres.

Retomando la lectura feminista de la tragicomedia realizada por Deyermond (2008), resulta imprescindible rememorar las cuatro minorías femeninas existentes en la Edad Media; el convento dotado de estabilidad y autonomía, la casa gobernada por la esposa en ausencia del marido, la etapa de la viudedad como expresión de la máxima emancipación de la mujer y el prostíbulo presidido por Celestina.

Este último lugar común representa el espacio regentado por la feminidad repudiada e incomprendida de la época, donde los hombres se transforman en las nuevas criaturas

Tragicomedia de Calisto y MelibeaJorge Coci, Zaragoza, 1507.

marginadas dentro de una sociedad que no los ampara ni tolera. En el interior de la casa de Celestina se citan quienes anhelan encontrarse en secreto, se manufacturan cosméticos y se restauran y reciclan las virginidades arruinadas provenientes de todas las alcurnias sociales. No existe distinción dentro de la jerarquía de clases y, en consecuencia, las meretrices se benefician económicamente de las devastadoras secuelas del amor y la pasión sexual. Por consiguiente, Celestina y sus discípulas forjan una hermandad femenina. Un exclusivo matriarcado que les permite refugiarse y liberarse de la tiranía del patriarcado. En dicha residencia viven invisibles a las normas y principios morales de un siglo que no las defiende. Entre mujeres descifraron que la sexualidad y su engaño representan la transacción económica por excelencia.

Sin embargo, La Celestina (1499) es una obra que fue escrita por su autor con el objetivo de condenar la conducta libidinosa de sus personajes y proclamar el regio dictamen de la ética e integridad moral de la época. De tal forma que los hombres terminan por destruir la valerosa comunidad femenina con la caída del prostíbulo y la muerte de su heroína principal. A pesar de todo, se incide en que las descendientes de Celestina continúan su proyecto de emancipación socioeconómica, pues idealizan un nuevo vínculo que resucite de las cenizas aquello que les brindó la individualidad y autarquía como mujeres del Siglo de Oro.

Bibliografía

  • ABRIL-SÁNCHEZ, Jorge (2003): Una familia de meretrices: prostitutas públicas y privadas, cortesanas, rameras y putas viejas en La Celestina, Parnaseo, Universitat de València.
  • BERNABÉ, Estefanía (2013): Del Buen Amor a La Celestina: apuntes sobre dos siglos de mujeres bajomedievales, Roda da Fortuna, Revista Eletrônica sobre Antiguidade e Medievo.
  • CHAVIANO, Daína (2006): Símbolos y arquetipos en la trinidad protagonista de
  • La Celestina, Parnaseo, Universitat de València.
  • DE ROJAS, Fernando (2012): La Celestina. Versión y prólogo de Soledad Puértolas, Castalia Ediciones, España.
  • DE LA CONCEPCIÓN GARCÍA, Paula (2022): Las huellas de Celestina: Alcahuetería y hechicería en la Tragicomedia y en tres obras celestinescas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Zaragoza.
  • DEYERMOND, Alan (2008): Hacia una lectura feminista de la Celestina, Medievalia, Universidad Nacional Autónoma de México.
  • DEYERMOND, Alan (1984): Divisiones socio-económicas, nexos sexuales: la sociedad de Celestina, Medievalia, Universidad Nacional Autónoma de México.
  • GRAZIA PROFETI, Maria (1996): La magia en los siglos de oro: signos antropológicos y signos literarios, Tropelias: Revista de teoría de la literatura y literatura comparada, Universidad de Florencia.
  • LARA ALBEROLA, Eva (2012): La bruja como ente ficcional en la tradición hispánica áurea: una nueva aproximación al controvertido fenómeno de la brujería a la luz de la literatura, Universidad Católica de Valencia.
  • LARA ALBEROLA, Eva (2010): Hechiceras y brujas en la literatura española de los Siglos de Oro, Parnaseo, Universitat de València.
  • LÓPEZ-NARVÁEZ, Julia (2021): La bruja transformada. El papel de la retraducción en la construcción del motivo literario, Raudem, Universidad Complutense de Madrid.
  • SANZ HERMIDA, Jacobo (1994): «Una vieja barbuda que se dice Celestina»: notas acerca de la primera caracterización de Celestina, Universidad de Salamanca.
  • VILLALBA, Enrique (2003): La imagen de la mujer en la literatura y la pintura del siglo de oro, Editorial Archiviana, Universidad Carlos III de Madrid.
  • ZAMORA CALVO, María Jesús (2017): El miedo y sus infiernos: brujas y demonios en el Siglo de Oro español. Estado de la cuestión, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Málaga.