TRAS LA HUELLA DE RAFAEL BARRETT

Por Facundo Sinatra SoukoyanLuciano Colla | Entrevista a Norma Flores Allende, de La Ruta Rafael Barrett |

Un joven anarquista español pisaba tierras paraguayas. Llegaba como corresponsal de un diario argentino para cubrir una revolución. Si bien en ese entonces no tenía forma de sospecharlo, de ahí en más, nada volvería a ser igual para él. En los próximos meses, su vida cambiaría para siempre; y, en cierta forma, la de Paraguay también.

Lo que había nacido como un viaje de trabajo, rápidamente se transformaría en una unión inquebrantable con un pueblo del que se sentía parte. Sus textos y denuncias sobre las explotaciones en los yerbales y las condiciones en las que vivían los humillados de la sociedad lo llevaron a ser señalado por las clases altas que no necesitaban que ningún extranjero se entrometiese en sus asuntos. Serán años fugaces e intensos a la vez, de exilios y retornos, cárceles y libertades, un amor, un hijo y una lucha que perduraría en el tiempo.

Sin embargo, su breve paso por Sudamérica se vería forzosamente interrumpido por una tuberculosis que lo obligaría a partir hacia Francia donde fallecería a los 34 años, solo y lejos de su familia, abandonado en una fosa común. Los medios en los que había trabajado se olvidarían de él y, por décadas, su amada Paraguay borraría su nombre y sus palabras. Pero, poco a poco, los ecos de su prosa libertaria volvieron a escucharse. Esta vez, más fuertes y vigentes que nunca.

Hoy, en Paraguay, parte de este imprescindible trabajo de memoria lo lleva a cabo un grupo llamado Ruta Rafael Barrett. Con el objetivo de que se conozca su vida, se dio forma a un proyecto que busca seguir los pasos del joven anarquista a lo largo de siete ciudades en las que dejó su huella de alguna forma u otra. Para adentrarnos en esta «ruta», charlamos con Norma Flores Allende, escritora, periodista, docente e integrante del grupo. Un viaje directo al corazón de Rafael Barrett, un camino de lucha que sigue siendo tan actual como necesario.

Rafael Barrett junto a varios compañeros en San Bernardino, Paraguay. Año 1910.

– Si tuvieras que explicarle a alguien en pocas palabras quién fue Rafael Barrett, ¿cómo lo describirías?

– Diría que fue un intelectual anarquista español, matemático y agrimensor. Que vino al Cono Sur, que estuvo en Uruguay, Argentina y Paraguay. Que se desempeñó en el periodismo y que fue aquí, en Sudamérica, donde se vuelca a las letras y comienza a comprometerse con las luchas sindicales, con los trabajadores explotados de estos países.

– Antes de viajar a Paraguay, recién llegado de España, Barrett estuvo unos meses en Argentina, ¿cómo lo marcó esa corta estadía?

– Durante esos meses estuvo viviendo en Buenos Aires, y fue justamente ahí donde comienza a mantener contacto con el anarquismo. Hay referencias en sus textos donde él cuenta cómo empieza a acercarse a un movimiento que era bastante fuerte en el Río de la Plata. Allí consigue trabajo en un periódico, donde le encomiendan que cubra una de las tantas revoluciones que hubo en Paraguay a principios del siglo XX. Y es efectivamente en el Paraguay donde él toma mayor cercanía con la explotación de los yerbales, con la pobreza y la devastación que hubo aquí en la posguerra de la Guerra Grande o Guerra de la Triple Alianza. Porque tengamos en cuenta que, cuando él llega, habían pasado tan solo unas pocas décadas de la guerra y, sin embargo, decide involucrarse a nivel político.

Luego, tras ser expulsado del país, decide viajar a Montevideo, Uruguay. Ahí es donde va a ser es reconocido, aceptado en los círculos literarios e intelectuales y va a conseguir trabajo escribiendo para distintos periódicos. Pero como Barrett estaba casado con una paraguaya (Francisca López Maíz), con la que tenía un hijo (Alejandro), va a buscar volver de manera incógnita. Lo hace, más que nada, por una cuestión afectiva.

Rafael Barrett, a sus 18 años.

– Podría decirse entonces que, desde su llegada de Europa, su vida fue cambiando radicalmente.

– Él mismo afirma en unos de sus textos que fue en Paraguay donde deja de ser un dandi europeo venido a menos para convertirse en hombre. Esto ocurre -dice- al tomar la causa de los desposeídos y asumirse como escritor comprometido. 

Paradójicamente, en Paraguay no se lo quiso en vida, a diferencia de lo que ocurrió en Uruguay. Aquí era visto como un sujeto de disturbio, muy crítico. Además, había fundado Germinal, un periódico de tendencia anarquista, lo que le genera muchos conflictos. Sin embargo, a pesar de todo esto, es aquí donde él encuentra sus afectos, su esposa, su hijo.

Por eso creo que es un poco extraño, o irónico, que justamente en el país que no lo quiso en vida es sobre el cual más haya desarrollado su producción, y donde dejó una fuerte impronta en la tradición literaria, periodística y también intelectual.

– ¿Qué creés que fue lo que hizo para, en tan poco tiempo, dejar una huella tan grande?

– Él inicia lo que fue el pensamiento social. Para comprenderlo hay que situarse en lo que fue el Paraguay de la posguerra, un país completamente destruido después de un genocidio, donde no quedó absolutamente nada. Y justamente es él -junto a otras figuras contemporáneas- quien comienza la construcción.

Con él empieza mucho de lo que es la sociología del pensamiento social del Paraguay y la tradición literaria. Es como una figura axial que nutre a toda una tradición de escritores, tanto paraguayos como españoles, que se afincaron acá y que produjeron trabajos en y sobre este país.

El mismo Augusto Roa Bastos, la figura literaria paraguaya más internacional y que integró lo que fue el boom latinoamericano, decía que fue Rafael Barrett quien enseñó a escribir a los paraguayos. Ocurre igual con el periodismo, donde emerge como una figura central por haber tenido estas polémicas, críticas y denuncias, en parte gracias a ser europeo, lo que le otorgaba una posición que le permitía hacer algo que muchos asuncenos o paraguayos no podían.

La realidad es que Uruguay fue el único país que lo reconoció y editó su libro «Moralidades Actuales», la única obra que él pudo publicar en vida. Incluso después de muerto fue el único país donde se editaron sus libros y mantuvo su obra viva. Recién hace unas pocas décadas se están volviendo a publicar sus trabajos en Paraguay.

Francisca López Maíz junto a su hijo
Alejandro Rafael Barrett.

– En lo que refiere a sus textos y las consecuentes polémicas con los distintos sectores del poder, ¿cuáles fueron sus denuncias que tanto molestaban?

– Él tuvo varios intercambios muy fuertes por denunciar la desconexión de los escritores, y de la intelectualidad en general, de la realidad paraguaya. Mantuvo polémicas con periodistas, políticos de diferentes signos y con casi toda la alta sociedad. A Rafael Barrett le chocaba mucho esto, lo que lo llevó no solo a ser muy odiado, sino a ser perseguido hasta el punto de tener que exiliarse.

Fue por eso que, hasta el día de hoy, Barrett sigue molestando en Paraguay. A pesar de que hayan pasado más de 100 años, sigue siendo una figura muy incómoda. Muchos de sus escritos son muy viscerales, como por ejemplo, sus posturas contra la Industrial Paraguaya, lo que hace que siga generando confrontaciones.

Si bien es reverenciado en algunos sectores que le reconocen que fue un gran intelectual y que contribuyó a colocar cimientos en medio de un país totalmente destruido en todo sentido, de igual manera sigue siendo señalado por quienes defienden lo que hizo la Industrial Paraguaya. Increíblemente, lo critican a Rafael Barrett por sus denuncias a las explotaciones en los yerbales mientras sostienen que los mensúes (trabajadores esclavos de los yerbales) trabajaban libremente y de manera voluntaria. 

Mural de Rafael Barrett. Asunción, Paraguay.

– ¿Y cómo nace la idea de la Ruta Rafael Barrett?

– El proyecto nace desde el Ministerio de Educación y Ciencias, de la mano de Estela Asilvera, gestora cultural y editora. Ella es quien inicia este proyecto junto con otras rutas literarias de figuras que fueron pilares significativos de la cultura. La primera fue la de Rafael Barrett, justamente, porque él fue una piedra fundamental del pensamiento social del Paraguay.

Nosotros somos un grupo de voluntarios, y la intención es la de rescatar su historia y su paso por este país. La Ruta Rafael Barrett está en siete ciudades donde Rafael estuvo viviendo, y, en el camino del proyecto, nos vamos sumando escritores, artistas, gestores culturales, académicos, integrantes del mundo del teatro o de lo audiovisual. Incluso con espacios culturales, con los que fuimos conformando este equipo, acompañamos y realizamos acciones.

Hoy somos un grupo bastante numeroso, distribuido en diferentes puntos. El año pasado, por ejemplo, realizamos charlas, una escultura y se habilitaron murales en diferentes partes de Asunción. Desde el Ministerio de Educación, varios colegios estuvieron trabajando la obra de Barrett y los voluntarios estuvimos acompañando a los estudiantes mientras hacían proyectos de lectura, teatro o distintos tipos de artes. Todo para entender y pensar en torno a su obra.

En los últimos 10 años, se han publicado muchos de sus libros. Ha habido una explosión, no solamente desde aquí, también en Uruguay donde está la Fundación Rafael Barrett, o en Argentina donde se hizo el documental «Rafael Barrett, la exigencia de lo real» que tuvo su efecto aquí.

Descendiente de Rafael Barrett junto a Estela Asilvera en una escultura en honor al anarquista español.

– ¿Con qué se va a encontrar quien viaje a Paraguay para hacer la Ruta? ¿Qué lugares va a conocer, cómo es el trayecto para seguir los pasos de Barrett?

– Hay diferentes puntos en las siete ciudades que cualquier persona puede ir a visitar. En Asunción están los murales, en Villeta -que es la primera ciudad a la que Rafael llega- hay un busto en su honor, pinturas, etc. A su vez, se hacen actividades esporádicas, por ejemplo, la última vez se hizo una lectura en una feria.

En algunas ciudades, como San Bernardino o Hernandarias, se inauguraron espacios donde se muestran artículos referentes a Rafael Barrett y su historia. En Areguá, una de las tantas ciudades donde vivió, se encuentra una casa histórica, que era de su esposa, donde su hijo y sus nietos -entre ellos la famosa Soledad Barrett- vivieron. Allí, mediante muestras de artesanías, se cuenta un fragmento de sus obras. También están las redes sociales de la Ruta, donde vamos informando las distintas actividades.

– ¿Y qué significa para vos participar de este grupo y evocar la vida de una persona que, a pesar de que fue incómoda para la historia de Paraguay, al mismo tiempo, fue muy importante por sus luchas y sus escritos?

– Como escritora yo agradecí la invitación de Estela Asilvera para formar el grupo. En primer lugar, porque me parece una figura necesaria para redescubrir, releer, reestudiar. Tiene mucho para decirnos a los argentinos, uruguayos y paraguayos de hoy.

Son los lugares donde él estuvo escribiendo, pensando, criticando, enseñando, y, así como él confrontaba a los intelectuales de Asunción que no sentían conexión con los trabajadores y con el pueblo llano, hambriento, pobre y destruido, hoy nos llama a retomar esa empatía y a pensar el ejercicio intelectual no como algo lejano, sino como del aquí y el ahora, que puede ayudarnos a hacer transformaciones concretas.

Es importante pensar con chicos y con adultos sobre qué tan actual sigue siendo lo que él nos cuenta. Hay chicos que nos dicen que, si a sus textos les cambiás algún detalle, es como si fuera que está hablando del 2024, como si nos estuviera contando el ahora mismo. Su actualidad es muy chocante, es algo que lo atraviesa a uno. Una invitación a nutrirnos de ese enorme árbol que fue él. Hasta el mismo Borges decía que fue un gran escritor. Se trata un poco de redescubrirlo. A día de hoy, todavía sigue molestando a gente que entra en corto o se enoja con lo que decía. Rafael Barrett es una figura actual, no solo histórica.