- Guerra de Malvinas |
La plaza estaba colmada. La gente, poco a poco, se amontonaba frente a la Casa Rosada. Mientras tanto, una estrofa sonaba al unísono en todos los medios: «Tras su manto de neblinas, no las hemos de olvidar». La dictadura militar irrumpiría las transmisiones de radio y televisión con una cadena nacional e informaba «la concreción exitosa de una operación» para el patrimonio argentino. El Comunicado Nº1 notificaba que la Argentina había «recuperado las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur». Era el 2 de abril de 1982 y, pasado el mediodía, el dictador Leopoldo Galtieri salía al balcón vistiendo un semblante de victoria.
La prensa, que llevaba años encubriendo y apoyando el terrorismo de Estado, ahora avisaba que el país estaba en guerra. Que nuestros héroes irían a dar la vida por la Argentina y que era momento de unirnos, más que nunca. Desde los despachos, aquellos que enviaban a morir de frío o de hambre en el abandono total, aquellos que no terminarían la guerra ni con un rasguño, se llenaban la boca de patria y honor. Las páginas de los diarios y las revistas exacerbaban en la población el sentimiento nacionalista mientras, en la vida real, se daba comienzo a otro crimen más perpetrado por la dictadura genocida. Un infierno de 74 largos días.
El 14 de junio, se emitirían 7 comunicados. El último de ellos, a las 23:05, anunciaba el «cese del fuego». Era el fin de una masacre y el comienzo de una nueva etapa. Terminaba el último intento de un militar borracho que veía caer el telón de una dictadura brutal. Durante los años siguientes, la democracia cambiaría víctimas por héroes alimentando el olvido selectivo de cómo, quién y por qué se tejió esa farsa. Detrás quedaban las secuelas, los suicidios, los nombres que no figuran en ninguna lista, el hambre de los soldados y la desidia de los altos mandos, la imagen del horror. Y, de un día para el otro, una firma lo terminaba todo.
Malvinas no fue ninguna gesta heroica. La prensa que hoy sigue gozando de abundantes pautas y buena salud mentía. Fue un grupo de jóvenes que muchas veces no entendían qué pasaba y que no querían matar, arrancados de sus vidas y condenados al terror; de mujeres que estuvieron a la par, olvidadas hasta por quienes se inflaban el pecho de orgullo patriótico. Abandonados y bastardeadas por los dictadores mientras la prensa agitaba la bandera en alto. Malvinas hoy es el recuerdo de las vidas que la dictadura se llevó. De aquellas personas que nunca regresaron, de las que sobrevivieron y de las que pudieron volver, pero dejaron su vida allá. De quienes se fueron una vez que volvieron porque no aguantaban más. Cada vida, esas que los Gobiernos fueron abandonando con los años, las que prefieren no volver a recordar y las que recuerdan para no volver a vivir, nunca más, un infierno así. Para que, como pueblo, no olvidemos nunca.