ENSAYO GENERAL

  • El Operativo Independencia |

El documento fue pasando de mano en mano entre los ministros hasta que llegó a la presidenta de la nación, María Estela Martínez de Perón. La octava firma sería la suya. En secreto y a espaldas del pueblo, ese 5 de febrero de 1975 se firmaba un decreto que daba la orden al Ejército argentino de ejecutar las «operaciones militares que sean necesarias” para lograr “neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos». Pocos días más tarde, una fila de vehículos militares atravesaba la ruta 38 rumbo al norte. Se daba comienzo así al Operativo Independencia, un ensayo general para el genocidio que estaba por ponerse en marcha.

Meses atrás, el PRT-ERP había iniciado acciones para desplegar una guerrilla rural en la provincia de Tucumán. Con Mario Roberto Santucho al frente y bajo el nombre de Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, la organización revolucionaria buscaba asentarse y, con apoyo de la población, comenzar una guerra de guerrillas. Al igual que lo habían intentado años atrás los Uturuncos con Mena, las FAP con El Kadri o el EGP con Masetti, esta vez, 50 guerrilleros se adentraban en el monte buscando liberar la zona. Si bien la instalación de este foco sería considerado determinante para desplegar el operativo, la realidad es que hacía largos años que para la burguesía controlar y someter al pueblo estaba siendo un problema.

El 9 de febrero, las fuerzas armadas ocuparon varios pueblos de la provincia. Al frente del operativo se encontraba Acdel Vilas, militar preparado en Estados Unidos y ferviente admirador de la escuela francesa. Meses más tarde, sería precedido por Antonio Bussi. Con el manual antisubversivo como método, comandos integrados por el ejército, la policía y grupos de inteligencia se encargaron de secuestrar, torturar y asesinar a quien considerasen necesario. A su vez, se creó el primer centro clandestino de detención en una escuela, se realizaron ejecuciones sumarias y se desaparecieron cientos de personas.

Con apoyo de López Rega y con la excusa de erradicar a la subversión, poco a poco la represión se extendió a los colegios y universidades hasta avanzar indiscriminadamente sobre la población. Vendría luego la tarea de vestir de gloria a los militares y de buscar apoyo social mediante la imprescindible labor de los medios y la estimulación de una masa acrítica, colaboradora o indiferente. Era imposible realizar un genocidio a la vista de todo el país sin la complicidad de distintos sectores de la sociedad. Con Tucumán como laboratorio comenzaban los tiempos más oscuros de nuestra historia moderna. Un plan sistemático contra el pueblo, clandestino y al servicio de los intereses de la oligarquía.