UNA CHISPA EN EL ATLÁNTICO SUR

  • La huelga bolchevique en las Islas Georgias |

Seguramente no debió ser poca la sorpresa de los trabajadores cuando, desde mar adentro, vieron acercarse un crucero de guerra británico. No había margen de error, iba directo hacia ellos. Allí, en la recóndita y hasta hace poco solitaria isla San Pedro, algo estaba por cambiar. Hacía dos años, para 1904, dos veleros de la Compañía Argentina de Pesca llegaban a pisar tierra firme. A kilómetros de Malvinas, en las islas Georgias del Sur, se daba así comienzo a la explotación de una superficie que se encontraba prácticamente deshabitada. Sin embargo, aquel día de 1906, bajo la mira de los cañones y ante la incredulidad de sus habitantes, el crucero llegaba a la costa y comenzaba el desembarco. No mucho después, la bandera de Reino Unido se izaba hacia el cielo.

Durante los años siguientes los buques argentinos se cruzarían con los ingleses compartiendo una metodología en común: la explotación y semiesclavitud de sus obreros. Los primeros reclamos se transformaron en pequeñas huelgas y, contra todo pronóstico, lo que parecía imposible debido al severo aislamiento empezó a estar en boca de los patrones. Con el telón de la Revolución rusa de fondo, el terror sobre un posible levantamiento obrero era cada vez más real. Para noviembre de 1919, un barco a vapor partía con 36 trabajadores desde el puerto de Buenos Aires. Iba hacia la estación ballenera de Grytviken en las islas Georgias.

Días después, el 11 de enero de 1920, los obreros recién arribados daban comienzo a una huelga autodenominada bolchevique. Al poco tiempo, 200 personas más se sumaban y elevaban sus demandas a la empresa. Exigían salarios en pesos argentinos, mejores condiciones de trabajo, pagos por horas extras y una jornada de 8 horas máximo. Como respuesta, solo recibieron silencio. Por eso, los huelguistas decidieron destruir maquinarias y, tras inutilizar los fusiles para evitar ser reprimidos, amenazaron a las autoridades británicas. Así, conforme crecía la organización y la lucha, se proclamó lo que se conoció como la primera república bolchevique fuera de Rusia.

Alarmados, los patrones pidieron ayuda alegando que los obreros tenían una actitud agresiva y amenazante, se negaban a trabajar y dictaban sus propias reglas. Para el 17 de enero, un nuevo crucero británico llegaba listo y equipado para defender los intereses empresariales. Los líderes fueron perseguidos y deportados y quienes se resistieron eran reprimidos por las fuerzas que ocupaban la isla. Del lado argentino, solo reinó el silencio. Con la experiencia cercana de la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde a la vuelta de la esquina, la lucha contra el poder seguía su camino. En Grytviken, mientras tanto, la resistencia encendía otra chispa más.