Por Carola Ochoa |
Fernando Gabriel Piérola nació en Paraná el 25 de junio de 1952. Hijo de Amanda Mayor (docente, artista plástica, escritora y luchadora por los Derechos Humanos) y de Héctor Piérola (profesor de Literatura). Fernando fue el segundo de seis hermanos: Álvaro, Gustavo, María Luz, Cristela y Emilce. Vivían en calle 25 de Mayo de esa ciudad, a una cuadra de Club Echagüe.
Terminó el primario en la escuela República de Chile y el secundario en el Colegio Nacional, aunque lo había iniciado en la escuela Industrial donde su padre era profesor. Decidió estudiar Arquitectura. En 1970 sus padres lo acompañaron a Resistencia (Chaco), donde se instaló y comenzó a estudiar en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Fernando también practicó natación y básquet. Creció en una familia donde el deporte era muy importante. Su padre y hermanos compartían la pasión deportiva.
Al instalarse en Resistencia, conoció a María Julia Morresi, hija de su profesor en la UNNE y amigo de su padre, Eldo Morresi. Se enamoró de ella y se casaron. Antes, Fernando viajó solo a Centroamérica, conociendo todas las injusticias sociales que sufrían los pueblos originarios. Al regresar, Fernando y María Julia comenzaron a transitar el compromiso como esposos y el social, conviviendo en comunidades Qom del Chaco.
En este tiempo vivió en lo que llamaron «la embajada de Entre Ríos», una casita muy simpática que todavía está intacta en calle Colón y la vía, junto a otros estudiantes. Le encantaba la música, el deporte -especialmente el básquet-.
En Resistencia jugó, y dicen era bueno, en el Club Villa San Martín. También le gustaba leer, tomar mate -hacía honor a sus pagos-. Era muy independiente, más que porque lo sentía, por decisión de vida. Era muy racional, todo tenía una razón.
VIAJERO
Luego vino su viaje por Latinoamérica desde marzo de 1974 al 12 de enero de 1975. Era un viaje muy pensado y elaborado por él. Vendió un equipo de música impresionante que tenía. Su viaje fue maravilloso, escribía en un cuaderno a su novia y cuando se acababa lo enviaba por correo. Todo el año estuvieron así comunicados a través de varios cuadernos (que se perdieron cuando años después los detuvieron).
Llegó hasta Panamá y México, donde estuvo más tiempo. Su idea era conocer Cuba y luego cruzar a España, luego al África y al cumplirse los dos años volver a su país y continuar su vida. Pero el embajador cubano en México le dijo que más valía hacer lo que había que hacer en su país que conocer otros donde la revolución ya estaba hecha. Ahí regresó. Llegó a la Argentina un 12 de enero de 1975, y se casó a mes y medio de su llegada: estaba muy apurado, tenía mucho que hacer.
LA DETENCIÓN Y EL ASESINATO
No militó en la universidad, se fue directo al barrio. Era marxista, fue montonero porque decía que el único movimiento popular verdadero y era el pueblo era el peronismo. Fueron detenidos en Misiones junto a su esposa, y llevados a la brigada de investigaciones de Resistencia.
La tarde del 12 de diciembre es llevado a la alcaidía y de allí al convoy que va a Margarita Belén. Es visto por varios compañeros esa noche muy torturado hasta el extremo.
Su hermano Gustavo reflexiona al respecto:
«Los torturaban y ellos volvían a hacer lo mismo porque eso no podían arrancarle, no pudieron deshumanizarlos. Les dolía más a los torturadores que a ellos no haberlos quebrado».
En comunicados oficiales figura como uno de los «prófugos». Sin embargo, en 1978, en una comunicación oficial a su esposa la nombran como «viuda de Piérola».
Su cuerpo nunca fue entregado a la familia.
UN MURAL CENSURADO
Años después de la desaparición de su hijo, su madre, Amanda Mayor de Piérola, entrerriana, muralista, católica ferviente, aceptó la invitación de la Federación Universitaria del Nordeste y reflejó esa masacre de Margarita Belén en 53 metros cuadrados de pared que el Consejo Superior de la Universidad del Nordeste (UNNE) le cedió en la Facultad de Arquitectura, la misma casa de altos estudios donde había ido a formarse Fernando desde su Paraná natal.
Pero la censura se hizo presente: por una decisión judicial que ella tildó de «apresurada y arbitraria», le fue borrada con pintura blanca la imagen de un cura supervisando una sesión de tortura a un joven desnudo e indefenso, sometido a la picana eléctrica; y como no se consiguió ningún artista plástico dispuesto a la amputación, finalmente se hizo con brocha gorda. La figura y actividad sacerdotal en el mural habían sido cuestionadas por los obispos de Resistencia y Corrientes.
Dos años más tarde, en 1988, Amanda en silencio restituyó la imagen polémica. Pero recién en 2004 pudo ver oficialmente restaurado el mural tras el fallo del juez federal de Resistencia, Carlos Skidelsky, en su favor. Ese mismo año, el 13 de diciembre, en un nuevo aniversario de la masacre, la mamá de Fernando Piérola fue declarada «Ciudadana Ilustre de la Provincia» por la Cámara de Diputados del Chaco.
EL RECUERDO DE LA MADRE
Amanda, madre de Fernando, dice:
«Como madre de Fernando Gabriel Piérola, mártir de la Masacre de Margarita Belén, ruego a quienes puedan aportar datos para clarificar el destino final de mi hijo y el de sus compañeros, fusilados por fuerzas militares, en completo estado de indefensión, en la madrugada del 13 de diciembre de 1976, que se presenten a declarar».
«Al recibir la noticia de que valientes mujeres se acercaron voluntariamente al Juzgado Federal para testificar sobre los hechos mencionados, mi fortaleza de 28 años de lucha interminable, tambaleó. Nunca me debilité ante la agresión corrupta, la injusticia, la mentira, el ocultamiento, la traición, la impunidad, pero al tener conocimiento de que mi clamor angustiado tuvo respuesta en las voces de esas madres, mis lágrimas acumuladas durante años lavaron mi soledad. Supe que no estaba sola, perdida en una sociedad indiferente y temerosa. Supe que se abría una enorme puerta hacia el encuentro de mis propias entrañas, de ese montoncito yacente en algún rincón olvidado que está esperando mi abrazo, para llevarlo a su Paraná natal, y así poder sentarme junto a su tumba para contarle que él, que ellos, nos enseñaron a ser fuertes, a no temer, a defender un ideal, a valorar la vida, a seguir soñando. Bendito sea el que pueda dejar de lado los años de silencio…».
MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA
Después del fallecimiento de la madre de Fernando, siguieron la lucha sus hermanos Cristela y Gustavo:
«Tomamos la posta en lo que significa la lucha por la memoria, verdad y justicia, que no es más que la búsqueda de la verdad de los hechos de lo que pasó en esa masacre, para ello nos constituimos como querellantes en las causas de Chaco y Corrientes, pero también implica que continuamos la búsqueda de los restos de Fernando a quien todavía no lo hemos encontrado», relató su hermana.
Por su parte, Gustavo Piérola detalló que en este sentido «tratamos de trabajar con todos los organismos, con la Secretaría de Derechos Humanos del Chaco, hay una unidad de búsqueda que también se formó, con las fiscalías y con los juzgados de ambas provincias».
En la actualidad se sigue la búsqueda de los restos de Fernando en la costa del Río Paraná «tanto del lado de Corrientes y Chaco, ya que tenemos la certeza de que a la mayoría después de fusilarlos los tiraban al río. En el día de hoy hemos venido a pedir ayuda a la comisión para que políticamente se contacte con la fiscalía y juzgados para que se agilicen estos trabajos que necesitamos», indicó Gustavo.