ARTSAJ, LA HISTORIA DE UN GENOCIDIO QUE SE REPITE

Por Facundo Sinatra SoukoyanLuciano Colla | Entrevista a Adrián Lomlomdjian, presidente de la Unión Cultural Armenia |

– ¿Hasta dónde nos tenemos que remontar históricamente para entender la existencia de Artsaj?

– Siglos y siglos atrás. Siempre fue un territorio que formó parte de los reinos armenios. Fue ocupado en muchos períodos por los imperios dominantes, principalmente por los árabes, los túrquicos y, en la última etapa, los persas, pero siempre estuvo habitado mayoritariamente por armenios, o armenios conviviendo con otros pueblos.

Después de cada guerra o cada conquista, como suele ocurrir en esa parte del mundo, hubo oleadas de gente que se iba para un lado, llegaba a otro y se establecía, pero la presencia armenia ahí es milenaria.

Después de la guerra del 1800 entre zares y persas, toda esa parte del Cáucaso pasó a formar parte del Imperio ruso con el triunfo del imperio zarista. Es lo que hoy conocemos como Azerbaiyán, Armenia, Garapag (Artsaj o Nagorno Karabaj), Tiflis, Georgia.

Unos cien años después, cuando se forman las repúblicas, Artsaj queda como un territorio en disputa entre unos y otros. Principalmente, por ser un lugar de paso, por estar cerca de Bakú -capital de Azerbaiyán-, por lo que significa estratégicamente y también porque hay minerales y yacimientos, algo que despertaba la apetencia de las potencias dominantes. Y, por sobre todas las cosas, porque es parte de una región de tránsito tanto de Europa a Asia como de sur a norte.

Movilización popular por la unificación entre Armenia y Artsaj durante la época soviética. Imagen: Artsakh Parl.

– ¿Cómo fue la convivencia dentro de la Rusia soviética?

– Cuando se forma la Unión Soviética se hace sobre la base de naciones recientemente creadas donde, hasta hace muy poco tiempo, había disputas entre los Estados. Existían conflictos de intereses entre las burguesías de cada país para conformar su Estado nación con la mayor cantidad de territorio. A eso, además, se le suma que las potencias occidentales trataban de arrebatarles los territorios y que no quedaran dentro de las repúblicas soviéticas como es el caso de Najicheván -enclave perteneciente a Azerbaiyán-. En ese proceso, Artsaj queda como territorio en disputa: a pesar de las peleas y las guerras, no formó parte ni de la República de Armenia, ni de Azerbaiyán.

Cuando nace la URSS, el Gobierno soviético de Azerbaiyán reconoce a Garapag como parte de Armenia y Armenia lo acepta. Después se fueron sucediendo negociaciones y, en segunda instancia, el Soviet de las Nacionalidades decide que Artsaj quede bajo administración de Azerbaiyán. Pero, por primera vez -y respetando que gran parte de la población era armenia-, le da el estatus de región autónoma. Eso le dio posibilidad de tener su constitución y de elegir sus autoridades, aunque sin dejar de depender administrativamente del presupuesto que le asignaba el Gobierno de Azerbaiyán.

Conflicto entre armenios y azerbaiyanos en la URSS a fines de la década del 80.

Había una coyuntura que ayudaba a hermanar a los pueblos no solo entre Armenia y Azerbaiyán, sino en toda la Unión Soviética. Era un Estado plurinacional, y esto se veía no solo en la composición de los distintos Estados a nivel poblacional, sino en los grandes proyectos donde estaban inmiscuidos representantes de las más de cien nacionalidades y etnias que habitaban la Unión Soviética. Distintos idiomas, distintas creencias y distintas tradiciones.

Cuando se da el proceso de repatriación, el Gobierno de Armenia soviética dice que su territorio es chico para hospedar y recibir a todos los armenios que querían volver -en una primera etapa regresaron más de doscientos mil armenios a los que les dieron casa, trabajo, educación-. Con esa excusa, le volvieron a presentar al Gobierno central el pedido para incorporar a Artsaj. Stalin dijo: «Bueno, decídanlo entre ustedes y lo que resuelvan nosotros lo apoyamos». Para ese momento, los armenios iban y venían como si nada, no había fronteras, no había checkpoint. Era una vida normal.

– ¿Y qué sucedió con Artsaj durante los años previos a la caída de la URSS?

– La descomposición de la Unión Soviética -no en los tiempos de la perestroika, sino desde antes- fue llevando a un reverdecer nacionalista que no tenía nada que ver con el patriotismo que, durante el periodo soviético, permitió que todas las particularidades y todo lo que hacía a la identidad nacional de cada una de las etnias y lo pueblos se desarrollaran como no lo habían logrado nunca en su vida. Se sembró la semillita a través del nacionalismo. 

Ese proceso de descomposición llevó al soviet de Garapag a resolver que, por los problemas y la falta de solución adecuada del Gobierno soviético de Azerbaiyán, dejaba de pertenecer a Azerbaiyán y pasaba a pertenecer a la República Socialista Soviética de Armenia (algo que estaba permitido en la Constitución soviética).

Residentes de Nagorno-Karabaj que buscan partir rumbo a Armenia, el 25 de septiembre de 2023, en el centro de Stepanakert, Nagorno-Karabaj. Imagen: Abaghyan.

– ¿Esto en qué año ocurre? 

– Entre el 87 y el 89, fue un proceso. El soviet de Armenia acepta incorporar el territorio, pero Azerbaiyán lo rechaza y entonces pasa al Gobierno central de la URSS. Con todos los problemas que tenía, el Gobierno resuelve no dar lugar a ese traspaso, pero sí crear un Gobierno o una administración y que Artsaj dependa directamente del Gobierno central. De ahí en más, las decisiones ya no pasaban ni por Azerbaiyán ni por Armenia, sino por el Gobierno de la URSS.

En ese momento, ya comienzan los nacionalistas azerbaiyanos a atacar armenios en Bakú y otras regiones.

Refugiados armenios de Artsaj. Imagen: Araz Hadjian.

– ¿Qué ocurre con Artsaj una vez disuelta la URSS?

– Ahí empieza la nueva historia: porque, en medio de esta guerra, no solo está el proceso de independencia de ambas repúblicas, sino el de toda la Unión Soviética.

Fue una desintegración forzada e impuesta por Gorbachov y la dirigencia, porque previamente se había hecho un plebiscito y el 70% de la población votó que la URSS debía seguir existiendo. Siete meses después, tomaron la decisión de desintegrarla. 

Y, en medio de todo esto, está la guerra, los armenios en Artsaj que logran autodeterminarse, formar un Gobierno propio y sus instituciones.

Después vinieron casi más de veinte años de negociaciones entre Armenia y Azerbaiyán, con la mediación del grupo Minsk de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) -grupo de países para resolver el conflicto-. Mientras tanto, la población de Artsaj -que en más de un 90% son armenios- fue armando sus vidas, se organizó, creció, se desarrolló mediante relaciones con Armenia y con otras repúblicas. Pero Azerbaiyán nunca dejó de decir que esos eran sus territorios.

Refugiados de Nagorno-Karabaj que esperan para pasar cerca de un centro de registro de la Cruz Roja en Goris, el 27 de septiembre de 2023. Imagen: Alain Jocard.

Luego se dan las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas donde, por un lado, siempre se habló de los derechos del pueblo de Garapag, pero también, de restituir la estabilidad territorial de Azerbaiyán. Es decir, nunca reconocieron a Artsaj como sujeto ni pusieron por encima del derecho a la integridad territorial de Azerbaiyán el derecho a la autodeterminación del pueblo. Jamás. Siempre se negoció sobre la base de devolverle a Azerbaiyán los territorios.

Mientras tanto, Azerbaiyán se preparó y mucho para la guerra. Pensemos que, además de Turquía, Israel es su principal aliado militar y todos los aeropuertos del sur del país están en sus manos.

Refugiados armenios de Artsaj. Imagen: Araz Hadjian.

– Y ahí es cuando se da la guerra de los 44 días.

– Claro. Del 27 de septiembre a la noche del 9 de noviembre de 2020, cuando se firma el acuerdo tripartito para que cese el fuego. A la semana del comienzo de esa guerra, cuando recién había empezado el avance azerbaiyano y Armenia ya había perdido una parte del territorio circundante de Artsaj, Rusia propone frenarla mediante la devolución por parte de Armenia de los territorios circundantes a Nagorno Karabaj. Y, recién ahí, sentarse a negociar cómo seguir.

Armenia no aceptó, Azerbaiyán tampoco, y ya en ese momento empezaron a involucrarse los países de occidente. Hubo un primer tratado de paz en Moscú y después ya se metieron Estados Unidos, Francia. Ningún tratado fue aceptado y, mientras, Azerbaiyán siguió avanzando hasta que hubo un cese de fuego por imposición de Rusia.

Desde el 9 de noviembre -que finaliza la guerra y se establecen las fuerzas de paz rusas- hasta mediados de diciembre regresaron a Artsaj 120 mil armenios que se habían ido por la guerra. Durante estos tres años, Rusia, que tiene relación con las dos repúblicas, puso puestos de control en la frontera.

Encuentro trilateral celebrado en Bruselas el 14 de mayo. De izquierda a derecha: Ilham Aliyev (presidente de Azerbaiyán), Charles Michel (presidente del Consejo Europeo) y Nikol Pashinián (primer ministro de Armenia).

– ¿Y qué es lo que sucede hoy?

– Lo que sucedió es parte, otra vez, de la diplomacia armenia. Quedó en evidencia que la entre comillas Revolución de Terciopelo (2018) que encabezó Pashinián y que terminó con una serie de Gobiernos que el pueblo armenio no recuerda con nostalgia, sino con bastante bronca -Kocharián y Serzh Sargsián-, fue una revolución de colores. No fue otra cosa que lo que hoy el mundo conoce cómo el Maidán de Ucrania: un golpe de timón prooccidental.

Si bien de entrada no pudo hacer mucho, sí fue poniendo las bases para lo que vino después: un cambio radical en la política exterior de Armenia y de todo el complejo de seguridad que se había construido a lo largo de los años soviéticos y posteriores, que era una seguridad basada en el apoyo de Rusia y de las muy buenas relaciones con Irán. El acercarse a occidente no se hizo manteniendo estas relaciones, sino que se hizo en desmedro de eso.

Si se cumplía lo firmado con Azerbaiyán, con Rusia como mediadora, hoy los armenios seguirían viviendo tranquilamente en Artsaj. Pero Pashinián -primer ministro de Armenia- metió a Estados Unidos y después a la Unión Europea, y empezó a llevar adelante negociaciones. Todo a gusto de Azerbaiyán, que acompañaba porque es el ariete de Turquía e Israel y les interesa disminuir la influencia de Rusia en la región.

Columna de vehículos civiles se desplaza desde Artsaj hacia Armenia. Imagen: Maxar.

Por otro lado, a principio de año, Armenia dijo que no daba el territorio para realizar ejercicios militares de la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) que estaban acordados mientras, paralelamente, sí hizo ejercicios militares con Estados Unidos. No aceptó que la OTSC mandara a observadores a la frontera con Azerbaiyán para garantizar la seguridad de Armenia, y sí aceptó que la Unión Europea mandara cien observadores -conformados por espías y gendarmes franceses, alemanes y de varias nacionalidades- al territorio armenio y su frontera. Desde ahí, dicho por estos mismos observadores, ellos le pasaban informes a Azerbaiyán de lo que ocurría del lado armenio. Es decir, tenías espías y te estaban traicionando.

Y lo último fue la visita a Ucrania de la esposa de Pashinián y la entrega de ayuda humanitaria. Una ofensa tras la otra a tu principal aliado, medidas concretas que iban erosionando la alianza estratégica entre Armenia y Rusia, siendo esta, hoy, su principal socio económico.

– ¿A día de hoy los armenios ya dejaron Artsaj?

– Hasta el momento se fueron más de 105 mil personas, que es casi el total, y cerca de 20 mil se quedaron. Todavía están las fuerzas rusas que se instalaron luego del tratado del 9 de noviembre, pero todo eso es lo que tiró abajo Pashinián al comenzar con la mediación de occidente y, finalmente, el año pasado, reconociendo la integridad territorial de Azerbaiyán con Garapag incluida. Al decir que Garapag era parte de Azerbaiyán, todo esto de que era un territorio en disputa y que se había firmado el fin de la guerra quedó en la nada.

Refugiados armenios de Artsaj. Imagen: Araz Hadjian.

– ¿Cuál crees que es la situación a futuro?

– El análisis que se hace de esto tiene que contener una mirada desde el punto de vista de la Armenia histórica. Después de siglos, o milenios, de habitar esos territorios, quedan casi vacíos de presencia armenia. Es casi el mismo destino que corrieron los de la histórica Armenia que quedaron bajo el Imperio Otomano. No por casualidad también le había prometido occidente que defendería a los armenios y ahí quedaron esos territorios, sin la presencia armenia y destruida a lo largo de las décadas por los distintos Gobiernos de Turquía.

El futuro es complicado, porque es el centro de disputa entre distintas potencias como son Rusia, China, Estados Unidos, la Unión Europea. La lucha por el mundo hegemónico. Está en Ucrania, y ahora occidente logró trasladar esa disputa al Cáucaso abriéndole otro frente a Rusia.

Manifestación cerca del edificio del Gobierno armenio en Ereván tras la operación militar de Azerbaiyán en Nagorno Karabaj. Imagen: Reuters.

Si hoy Azerbaiyán y Turquía no se animan a avanzar sobre Syunik para robar 9000 km2 del sur Armenia, no es tanto por Rusia, sino por la fuerte decisión de Irán que dijo que no va a permitir cambios en su frontera. Son casi 50 kilómetros que comparte con Armenia.

Hoy el pueblo armenio está en una fuerte crisis interna, políticamente hablando, a nivel relaciones externas deterioradas, con una diplomacia muy mala, con un Gobierno que sigue avanzando su entrega a occidente, con una fuerte presencia de Rusia en la vida cotidiana y con Irán que no quiere permitir que se instalen en esa región las fuerzas enemigas como es la OTAN, Turquía o Israel.

Ahora llegó, por primera vez en 30 años, una avanzada (entre comillas) de Naciones Unidas para ver la situación en Garapag. Después de que se fueron los armenios, van a ver cómo viven los armenios. Realmente es parte de un plan siniestro, y que otra vez encontró al pueblo armenio como una de sus víctimas principales.