HISTORIA DE UNA MUJER LIBRE | Luce Fabbri, una anarquista en un mundo fascista

Por Luciano Colla |

«Es suficiente el olor del poder para corromper».
Luce Fabbri

El terror comenzaba a reinar sobre Italia. El movimiento fascista en auge ya no era un secreto para nadie, y no había quien no hubiese escuchado hablar sobre Benito Mussolini. Ataques en manada en plena calle, incendios a propiedades de opositores o persecuciones a anarquistas y socialistas eran la carta de presentación en sociedad de lo que sería el Partido Nacional Fascista. A la vista de los espectadores que observaban la realidad a través del filtro de las elites conservadoras, parecía ser el mal menor ante el peligro rojo. De este modo, mientras Mussolini y sus camisas negras comenzaban a mostrar de a poco sus verdaderas intenciones marchando masivamente hacia Roma, Italia se preparaba para más de dos décadas de una violenta dictadura. Sin embargo, así como para cada regla existe una excepción, ante cada opresión surge también una reacción.

En ese duro contexto, Luce Fabbri nacía y se criaba escuchando y participando de reuniones entre los más grandes teóricos y revolucionarios anarquistas de su época. Su casa fue su escuela y, como recordó más de una vez, uno de sus más grandes maestros fue un «hombre de densa barba» que solía juntarse con su padre para charlar y debatir sobre política. Su nombre: Errico Malatesta.

De pensadora a maestra, de teórica libertaria a luchadora por los derechos de los pueblos humillados, la vida de Luce abarcó tantas aristas como le fue posible. Dedicó sus fuerzas a lo que creyó justo, con convicciones y con la meta firme de intentar hacer de este mundo un lugar mejor. Así, fue abriendo un camino que la vería luchar y gestar una vida de paz y anarquía. Una historia necesaria que vale recordar. Una mujer libre que, antes que nada, dejó que sus actos la definieran.

Errico Malatesta junto a Luce Fabbri, año 1921.

TODO SOBRE MI MADRE Y MI PADRE

Para mediados de 1908, Roma se agitaba. Las turbulencias sociales se iban propagando a lo largo del país y, lejos de quedar exenta, la capital recibía a revolucionarios de todas las ideologías. Se sentía en el aire que, lentamente, se avecinaban tiempos oscuros, de represión y violencia. El 25 de julio, en medio de este álgido contexto que auguraba vertiginosos cambios, nacía Luce Fabbri. Para ese entonces, tanto su padre Luigi Fabbri como su madre Blanca Sbriccoli se encontraban sumamente comprometidos con las luchas populares y las revueltas que día a día se iban expandiendo por Italia.

Educada con un profundo amor por la libertad y una fuerte aversión por el poder y la desigualdad, Luce fue siguiendo instintivamente las huellas que su padre iba dejando. Junto a Errico Malatesta, Luigi publicó varios periódicos libertarios, tanto en Europa como en Sudamérica, y editó más de veinte libros, incluida su célebre obra Dictadura y Revolución, en respuesta al libro de Lenin El Estado y la revolución.

Desde su niñez, Luce se vería inmersa en los conceptos anarquistas e iría generando una fuerte conexión con los teóricos libertarios con los que se relacionaba Luigi. Cuando le preguntaban por su infancia, decía que, gracias a esta influencia recibida en su temprana educación, se había considerado anarquista desde los diez años. Afirmaba haber tenido siempre presente las palabras que su padre solía decirle: «Piensa con tu cabeza, no pienses con la mía».

Los primeros años de su adolescencia los vivió en la sombría Roma de la década de 1910. Como si se tratara de una paradoja de la vida que la seguiría por siempre, Luce empezaba a comprender esa contradicción directa entre lo que vivía puertas para adentro y lo que la sociedad tenía para ofrecerle.

Familia: Bianca Sbriccoli, Vero, Luce y Luigi, año 1926.

DE LA ITALIA FASCISTA…

Entre 1915 y 1918 Luce vivió en Roma junto a su abuela, con su padre exiliado en Suiza y en medio de una ciudad que se debatía entre reacciones contra el poder y el cada vez más notorio auge de los grupos de extrema derecha. A partir de uno de esos tantos movimientos, en 1922, se consolidaría el fascismo. De la mano de Mussolini, la derecha radicalizada tomó el poder y estableció un régimen dictatorial en el que se realzaban el nacionalismo, un totalitarismo centralizado en el Estado y una fuerte persecución a opositores. Si quedaban dudas, el fascismo se encargaba de despejarlas: «Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado».

Años más tarde, mientras su padre y su madre se encontraban exiliados en París, Luce decidió abandonar Roma y se radicó en Bolonia. Allí pasó parte de su adolescencia y estudió Letras en medio de una ciudad en la que la clase media miraba cada vez con más aceptación las imposiciones de la naciente doctrina. Pero estos nuevos aires de fascismo y terror no iban a amedrentarla y, a la hora de realizar su tesis, optó dedicarla a Élisée Reclus, célebre anarquista francés partícipe de la Primera Internacional.

Dos meses después, cuando llegó el momento de partir de Italia, el Gobierno se negó a otorgarle el pasaporte, ya que la joven se oponía a jurar lealtad al Duce, condición obligatoria entre estudiantes y docentes. De este modo, y luego de que Mussolini afirmase en el Senado: «La constitución ya no existe», Luce no vio más opción que huir clandestinamente cruzando los Alpes.

Luce Fabbri en Río de Janeiro, año 1946.

… A LA CLANDESTINIDAD

Una vez que logró reunirse con su padre y su madre, decidieron que lo mejor sería cruzar el Atlántico. Llegaron a América en 1929, a un Uruguay que aún contaba con los resabios del batllismo. Parecía ser un poco de paz luego de años de violencia y persecuciones. Sobre esto, Luce contaría: «No teníamos documentos; solo aquellos certificados que otorgaba el Gobierno francés: “Dice llamarse…”, documento que solo lo aceptaba el Uruguay batllista. Por eso no fuimos a Argentina, porque, en un principio, nosotros íbamos a la Argentina, donde estaba la fuente de trabajo de mi padre, el diario La Protesta».

Una vez instalada, comenzó a trabajar en sus escritos y a militar dentro del anarquismo. Publicó varias obras, entre ellas, una biografía de su padre llamada Historia de un hombre libre, Los anarquistas y la revolución española, y su célebre Camisas negras, al que ella misma definió como un «estudio histórico del origen y evolución del fascismo, sus hechos y sus ideas». Luego de sortear varias complicaciones, en 1935 logró publicarlo en la Argentina de Agustín Justo y, en Uruguay, bajo la dictadura de Gabriel Terra.

Entre los grupos libertarios con los que se relacionó, encontró una gran cantidad de argentinas y argentinos exiliados luego de la persecución del dictador -y, paradójicamente, admirador de Mussolini- José Félix Uriburu. Gracias a este vínculo, Luce logró viajar varias veces a la Argentina, donde dio charlas y conferencias a trabajadores en distintas provincias.

DEL DICHO AL HECHO

Para ese entonces, en el país oriental, el anarquismo debatía sobre los resultados del aún vigente batllismo y sus consecuencias en la lucha. Luce recordaría que su gente le advertía sobre el peligro de estas reinantes ilusiones: «El batllismo, me dijeron, ha adormentado a una parte del anarquismo en este país». Ella, por su parte, sostenía firmemente que «se adormece solo quien se deja adormecer». Recién años después, confirmaría que los esfuerzos y los trabajos realizados fueron cayendo en una vorágine de corrupción estatal, y nada quedó de aquel sueño.

Dentro de la rama de la pedagogía, Luce sería reconocida como pionera en la enseñanza del griego y del latín, algo que se encontraba relegado a las instituciones religiosas. Durante esos tiempos, transmitió a sus alumnos que «la tendencia a la rebelión y la sed de libertad se aliaban, sin contradicciones, con un carácter esencialmente pacífico, no en el sentido del quietismo, sino en el del respeto celoso por la vida y por la independencia espiritual de los demás, en el sentido del amor por sus semejantes».

Durante casi cincuenta años trabajó en Montevideo como profesora. Entre estudios y obras dedicadas a pensadores como Élisée Reclus, Maquiavelo, Leopardi o Dante, entre otros, escribió y publicó innumerables artículos en revistas del ámbito libertario. En lo que refiere a su vida personal, intentó también ser consecuente con las palabras que pregonaba. Así, puertas para adentro, eligió llevar una vida sencilla y austera que iba de la mano con sus manifestaciones en contra de la acumulación desmedida, los lujos y las ostentaciones que la sociedad fomenta.

Edgar Leuenroth, Luce Fabbri y Gino Bibbi. San Pablo, año 1946.

EL FEMINISMO Y LA CONVERGENCIA DE ESFUERZOS

En lo que refiere a las luchas feministas, entendía que el modo en el que se planteaban y llevaban a la práctica podía significar un limitante que no solo redujera el campo de trabajo, sino también posibilidades de gestación de un cambio social. Creía que era necesaria «una acción libertaria en que coexistiera el papel liberador de la mujer sin seguir la senda violenta abierta por la sociedad masculina». Una acción que pusiera en juego «la tradición histórica milenaria de la mujer, una tradición de cuidado de los hijos, de la comida y de la cosecha, de alimentar y repartir».

Entre sus mensajes solía ser una constante la idea de que la única forma de hacer real un «imposible» era siendo consecuente en la medida de las posibilidades de cada persona, resaltando la importancia del estudio, el compromiso y la difusión. Y, bajo esta misma línea de antiautoritarismo y la no concentración del poder, expresaba: «El socialismo libertario, que, a diferencia de los demás proyectos, no centra su victoria en la conquista del poder es acaso la única utopía que no ha sido derrotada, en terreno teórico, por los acontecimientos. En la práctica, en lo concreto del acontecer diario, el proyecto anarquista está acostumbrado a las derrotas».

Pasó sus años colaborando con periódicos argentinos como La Protesta o El Libertario, y también con periódicos españoles e italianos. En 1943 participó de la edición de Socialismo y Libertad, una experiencia periodística innovadora de la que formaban parte socialistas, anarquistas y republicanos, como grupo de oposición al fascismo. Luce dijo sobre este proyecto que querían demostrar que, «aun pensando distinto, con una preocupación básica común se podía lograr una convergencia de esfuerzos».

Augustin Souchy, Luce Fabbri y Diego Abad de Santillán.

ESCRITOS DE LA MEMORIA Y EL PORVENIR

En 1947 publicó El totalitarismo entre las dos guerras, obra donde desarrolla aspectos de su visión libertaria de la historia: desde el feudalismo, las guerras, el nacimiento del fascismo hasta la Revolución rusa y la guerra civil española. Como cierre del trabajo, Luce realizó un estudio sobre la genealogía del discurso autoritario y sus formas. De cómo la lógica del poder y su condicionamiento sobre el pueblo atentan contra el bien común. De este modo, llegó a la conclusión de que «detrás de ese vacío, había quien construía. Era la araña totalitaria que, rota la tela, volvía apresuradamente a tejer».

Entre obras a su padre, al anarquista Camillo Berneri, o a Simón Radowitzky, Luce continuó escribiendo, enseñando y dando conferencias hasta el final de sus días. Siempre sosteniendo que la organización social debía ser desde abajo, a partir de la libre asociación de los individuos, desde las asambleas populares hasta en la educación. Este planteo lo expresará en Una utopía para el siglo XXI cuando afirma: «El centro crea cierto orden, en apariencia muy sólido y en realidad muy endeble: basta atacarlo para que el orden se convierta en caos. Existe otro orden mucho más vital que se crea desde abajo, por asociación y que subsiste en las otras partes si una parte resulta dañada. Por las mismas razones, es solo aparente la identificación del orden con el centro y con el poder central».

Ya sobre sus últimos años de vida, se acercó a las nuevas tendencias filosóficas, comprendiendo que la actualidad requiere que los conceptos del ayer busquen adaptar sus formas para lograr abrirse paso dentro de la lógica de los nuevos tiempos. Entre ellos, se interesó por el anarcoestructuralismo de Noam Chomsky, el antiarmamentismo y la ecología social, ideas que volcaría en su obra La libertad entre la historia y la utopía.

LUCE, EN SUS PROPIAS PALABRAS

Poco antes de su muerte, en una entrevista publicada en la revista Opción Libertaria, Luce convoca a las nuevas generaciones a continuar buscando alternativas para lograr un cambio. Entiende que la lucha parece ser hoy más compleja, ya que los avances científicos y técnicos están destinados a no fomentar el bienestar para las mayorías. Asimismo, sostiene que la tecnología se encuentra al servicio del capitalismo para acrecentar el control social y para disgregar todo tipo de organización.

Por eso, y en vistas de lo que el futuro le muestra, invita a hacer hincapié en la solidaridad intentando impulsar proyectos autogestivos para crear nuevos espacios. Afirma también que los tiempos han cambiado y que ameritan una modificación de paradigma en el accionar. Por eso, llama a replantear los métodos de trabajo considerando que, en la actualidad, «no podemos hacer lo que hizo Malatesta en su momento, como por ejemplo, cuando quemaron todos los títulos de propiedad que encontraron en un pueblo».

Sobre el final, advierte: «Me interesa recalcar que no hay contradicción entre justicia y libertad, porque se condicionan mutuamente. Si no hay libertad, no hay justicia y, donde no hay justicia, no hay libertad. Donde no hubo libertad, no existió el socialismo. La palabra no cuenta, hay que ver la realidad. Donde hay salario, no hay socialismo. Donde no hay derecho de huelga, no hay posibilidad de socialismo. La historia del siglo XX ha demostrado que el único socialismo posible es el de la base. Hay que construirlo en la base y defenderlo en la base».

Tras dedicar sus últimos días a desarrollar e investigar el autodidactismo obrero, Luce Fabbri fallecería el día 19 de agosto del año 2000 en la ciudad de Montevideo. Su memoria y su trabajo quedaron como estandarte luego de casi un siglo completo de lucha contra el fascismo y la opresión.

Tres años antes de su muerte, en 1997, Luce habló en un encuentro anarquista en Uruguay. Sobre el final de su discurso, dejó un mensaje que, tal vez, sirva para resumir en pocas palabras quién fue esa mujer que, desde su lugar, intentó hacer del mundo un espacio más justo: «Creo que hay que apuntar a todo lo que nos acerca a los demás, tratando de ser, dentro de la sociedad que queremos cambiar, un factor fermental y creativo, constituyendo, dentro de un mundo cada vez más violento y sombrío, focos, por pequeños que sean, de ajenidad al poder y a la explotación, focos de esa libertad de la conciencia que ninguna opresión puede destruir, y que sirven de puntos de referencia. Nuestra acción en la sociedad es desde adentro y desde abajo…».

*Artículo publicado en revista Livertá! edición julio-agosto 2018.

Fuentes consultadas:
Libertarias en América del Sur, de Cristina Guzzo.
El camino. Hacia un socialismo sin Estado, de Luce Fabbri.
-Entrevista a Luce Fabbri, 18 de mayo de 2000. Montevideo, Uruguay.
Revista Garibaldi, año 23, 2008, nota de Carlos Novello.
Sobre El camino. Hacia un socialismo sin Estado, de Raúl Zibechi.