
- Nora Cortiñas |
De los momentos más difíciles, muchas veces, afloran las personas más imprescindibles. Cuando de la solidaridad y la dignidad depende, el pueblo suele brotar en alguna de sus formas para hacer frente a quienes lo humillan; a los impunes y sus mercenarios que asfixian a placer con la aquiescencia de las oligarquías y la indiferencia cómplice de un sector de la sociedad. En uno de los tiempos más oscuros, cuando se podía perder todo por luchar, por pensar distinto, por las dudas o porque sí, un grupo de mujeres, de Madres, se abrieron paso a contracorriente. Sin saberlo, mientras recorrían en ronda la Plaza de Mayo a la vista de quienes habían decidido autoproclamarse amos y señores del país, comenzaban a escribir una de las páginas de lucha más importantes de nuestra historia.
En pleno 1977, mientras la Argentina sufría las consecuencias de un plan sistemático genocida, Nora avanzaba a paso lento con su pañuelo en la cabeza. Caminaba de frente al aparato represivo que había desaparecido a su hijo y se burlaba de ella cada vez que preguntaba qué había pasado o dónde lo tenían. Cara a cara con los militares que secuestraban y mataban, con los curas que apoyaban, los empresarios que ganaban y los civiles que omitían o ayudaban. Caminaba junto a otras madres que apenas conocía para encontrar a propios y extraños, a gente que tal vez nunca vería más que por fotos en blanco y negro. Esos compañeros y compañeras de su hijo que, ahora, empezaban a ser parte suya también.
Y desde ese día, desde ese primer paso, no dejó de caminar nunca más. Acompañando siempre cada necesidad y siendo partícipe de sus demandas en cada lugar y en cada calle. Una mujer que rompe con la pasiva comodidad imperante, con el silencio enajenante de los altavoces de prensa y sus intelectuales de escritorio. Un grito contra el silencio de quienes observan indiferentes mientras todo pasa. Una insurgencia necesaria que rompe con el paradigma de los tiempos que corren.
Nuestro orgullo y bandera. El ejemplo vivo de lo que soñamos construir. De que todo es posible. La que siempre nos abrazó y acompañó con la imagen de su hijo Gustavo colgando sobre su corazón y el puño en alto atravesando el cielo. Nora, Norita, Nora Morales o Nora Cortiñas. Parte viva de una historia que empezó hace muchos años atrás y aún no termina. Parte de un pueblo que necesita levantarse y reinventarse para cambiarlo todo de una vez y para siempre. Un faro entre tanta niebla.